¿Un país de hijos únicos? Lo que la tasa de fecundidad muestra sobre las familias uruguayas
La pandemia que Uruguay atravesó entre 2020 y 2021 adelantó la llegada del país a un punto de inflexión demográfica en el que la población deja de crecer e ingresa en un régimen demográfico...
La pandemia que Uruguay atravesó entre 2020 y 2021 adelantó la llegada del país a un punto de inflexión demográfica en el que la población deja de crecer e ingresa en un régimen demográfico conocido como postransicional.
¿Qué quiere decir esto? La transición demográfica es el cambio de largo plazo “más importante en la dinámica de reproducción de las poblaciones". Empieza en un régimen donde hay muchos nacimientos y muchas muertes y termina en otro en el que hay poco de las dos cosas. En el medio, la mortalidad mejora antes que baje la natalidad y eso da paso a un proceso de crecimiento demográfico.
Luego, caen los nacimientos y se pone fin a la transición demográfica. “Allí se equilibran las defunciones y los nacimientos y la población deja de crecer o inicia un paulatino decrecimiento que marca su ingreso pleno en la etapa postransicional. Uruguay acaba de llegar a ese punto”.
Así lo afirman los demógrafos Wanda Cabella e Ignacio Pardo en el capítulo dos –titulado Ya no crece, pero cambia: Uruguay como población postransicional– del libro Territorios recientemente publicado. Se trata de un trabajo coordinado por el doctor en Historia Gerardo Caetano y el politólogo Ernesto Nieto que “surge de la confirmación de que aún tenemos territorios desconocidos por explorar, con variados desafíos por delante”.
El libro explora diversas aéreas, desde la demografía hasta los medios de comunicación pasando por los gobiernos departamentales, la tecnología y la ciencia. El trabajo incluye, además, un capítulo de los periodistas de El Observador Tomer Urwicz y Santiago Soravilla sobre el nuevo ecosistema comunicacional en el Uruguay de principios del siglo XXI.
Uruguay es un país envejecido, eso no es novedad. El 16% de los habitantes de este país tienen más de 64 años. En 1963 eran menos de la mitad (7,6%). Tanto Argentina como Brasil muestran valores “sustantivamente menores” con 12% y 11% respectivamente.
Sin embargo, Uruguay está lejos de encabezar el ranking de países con estructura de edad envejecida. “A modo de ejemplo, la población mayor de 64 años es hoy el 20,5% en Francia y casi el 30% en Japón”, afirma el libro.
Pero en natalidad Uruguay sí estuvo bastante por debajo de las proyecciones. Con los datos del censo 2011 todavía frescos y una tasa de fecundidad de alrededor de dos hijos por mujer, los especialistas proyectaron que para 2023 cada uruguaya tendría 1,8 hijos. La tasa fue de 1,18 en 2024.
“En el tiempo récord de seis años la fecundidad uruguaya traspasó todos los umbrales que define la demografía para clasificar los niveles de fecundidad de los países”, explican los demógrafos. Y estos números llegaron para quedarse –aunque pueden tener oscilaciones–.
Buena parte de la explicación a esta caída se debe a una política pública exitosa. El uso más extendido de métodos anticonceptivos –particularmente el implante subdérmico– permitió reducir a la mitad la tasa de fecundidad adolescente.
“Más difícil de interpretar es el restante 44% de la caída de la fecundidad ocurrido en las mujeres de entre 25 y 39 años”, dice el libro. Es posible, dicen los demógrafos, que la ampliación de la canasta de anticoncepción y la mayor atención prestada a la atención de la salud sexual y reproductiva también las haya beneficiado, pero lo cierto es que la fecundidad ya había descendido mucho en estas edades desde mediados de los años noventa, a lo que se suma que son etapas de la vida reproductiva en las que la planificación de la fecundidad es mayor y la gestión de la anticoncepción más eficiente.
Se trata de mujeres que “por razones no estudiadas, decidieron limitar el tamaño de su descendencia, no ya de tres a dos hijos, sino de dos a uno”.
“De acuerdo con los comportamientos que hemos podido analizar con los registros vitales, es factible que la familia de dos hijos esté perdiendo protagonismo frente a la aceptación creciente de un modelo de hijos únicos”, afirman.
La libertad de elección, la autonomía individual y la autorrealización se vuelven metas más valoradas y la decisión de tener hijos o no compite con otros proyectos personales. Este cambio se da en medio de otras transformaciones familiares –más divorcios, menos casamientos, más uniones libres– que tienen sus rasgos particulares en Uruguay pero acompañan procesos que están pasando en otras partes del mundo.
“No sin rasgos idiosincráticos, la consolidación de estas nuevas formas familiares dialoga con el modelo familiar que un demógrafo belga y otro holandés denominaron Segunda Transición Demográfica (Lesthaeghe, 1991). Según ellos, estos nuevos comportamientos familiares, entre los que también se cuenta la reducción de la fecundidad a niveles muy bajos y el aplazamiento de la edad del primer nacimiento, son el resultado de un cambio en la orientación de valores, desde las sociedades conservadoras a sociedades progresistas”, apuntan.
Inevitablemente, la pregunta que surge ante esta nueva realidad es qué se puede hacer y qué han hecho otros países. Sin embargo, la evidencia señala que las políticas pronatalistas no han sido muy efectivas.
E incluso, si bien un decrecimiento poblacional suele estar asociado a miradas negativas, en las que se entiende que un país con menos hijos tiene menor capacidad de crecimiento económico, de innovación tecnológico, hay miradas que rescatan aspectos positivos.
La menor fecundidad, aseguran Pardo y Cabella, suele ser beneficiosa para padres, madres e hijos, en la “medida en que permite concentrar mejor los recursos y las condiciones de la crianza”.