
"Sentí el formidable peso de su escritura y le presté atención": músicos y escritores uruguayos destacan la huella de Joaquín Sabina antes de su despedida de Montevideo
Cuando en la década de los 80 ...
Cuando en la década de los 80 Joaquín Sabina se volvió popular en Uruguay, a Fernando Cabrera le parecía insípida su música porque entendía que tenía una producción "standard o industrial".
Sin embargo, años más tarde, dos amigos a los que consultaba por temas literarios y afines, el poeta Víctor Cunha y el músico Eduardo Darnauchans, notaron su indiferencia y actuaron al respecto. "Me hicieron una severa y amigable alerta sobre las letras de Sabina, diciéndome que dejara de lado la música y prestara atención a los textos, cosa que hice", cuenta el músico uruguayo a El Observador.
En esos días, Cabrera encontró además un libro de sonetos del cantante español –en 2001 publicó Ciento volando de catorce– y le encantó. "Sentí el formidable peso de su escritura y a partir de allí pasé a prestarle mucha atención", dice.
Cunha no recuerda especialmente esa conversación con Cabrera porque él y Darnauchans habían hecho lo mismo con muchos otros artistas. La cadena de recomendaciones va incluso más atrás. El poeta, oriundo de Tacuarembó y uno de los iniciales promotores de Sabina en Uruguay, llegó a su música gracias a otro artista de su departamento.
"La primera vez que escuché Sabina me lo hizo escuchar Washington Benavides. Me dijo lo que yo después le dije a muchísima gente: 'hay que prestar atención a estas letras porque hacen una diferencia'", recuerda Cunha. "Ese desparpajo, ese mirar de otra manera".
El poeta hacía peregrinar a sus amigos a su casa y los hacía escuchar, bajo su guía, los discos que le llegaban del español. "Sabina salía airoso de todas esas comparaciones", asegura sobre el artista que se presentará este sábado en el Estadio Centenario durante su gira despedida. Sabina había tocado por última vez en Montevideo en abril de 2023.
Joaquín Sabina en abril de 2023 en el Estadio Centenario Foto: María Noel Robaina / @just_meriCunha destaca dos formas en las letras del cantautor: la narración y la enumeración, en general, con comparaciones. Sobre esto último, recuerda la canción Así estoy yo sin ti del disco Hotel, dulce hotel (1987):
Vencido como un viejo que pierde al tute
Lascivo como el beso del coronel
Furtivo como el Lute cuando era el Lute
Inquieto como un párroco en un burdelErrante como un taxi por el desierto
Quemado como el cielo de Chernóbil
Solo como un poeta en el aeropuerto
Así estoy yo
Así estoy yo
Sin ti
"Logra una gran penetración. Hace que vayas superponiendo, como quien superpone papel de calco con distintos dibujos. Al final con ocho o diez hojas transparentes, las apretás y se arma la figura. Eso tienen las canciones de Joaquín", destaca Cunha.
Como con Bob Dylan, el referente de Sabina que ganó un Nobel de Literatura en 2016, la discusión de si las letras del español lo elevan al status de poeta se aviva de tanto en tanto. Cunha dice que es una discusión compleja en la que ha pensado toda su vida.
"Me da la impresión de que él cruza muchas veces esa línea y se mete en lo poético, pero no sé si tengo darle un certificado de legitimidad como que sus canciones son poéticas. No necesitan eso, son muy buenas canciones", afirma.
Si Cunha recuerda cuando Sabina era un desconocido en Uruguay y las canciones que había para escuchar eran las de su primer álbum Inventario (1978), el caso de Meri Deal es opuesto. La cantante que se hizo conocida por encabezar la banda de cumbia Toco para vos creció escuchando el disco 19 Días y 500 Noches (1999). Es fanática del cantautor de Úbeda.
Deal recuerda que en su casa, cada integrante de la familia elegía un disco y el resto lo tenía que escuchar. 19 Días y 500 Noches sonaba "de arriba a abajo". "Crecí con ese personaje divertido, muy irónico, que escuchábamos todo el tiempo y que cada vez descubría algo nuevo en las letras", dice a El Observador.
Portada del disco "19 Días y 500 Noches" de Joaquín SabinaAsegura que siempre que puede, va a ver a Sabina en vivo. En una ocasión, incluso lo pudo conocer. "Es un show que te hipnotiza de principio a fin, no podés distraerte un segundo, no querés ir al baño. Hay mucha alma ahí, mucho amor y mucha risa porque él en las historias que cuenta te hace reír y se burla mucho de sí mismo. Y nunca deja de lado la crítica social también", dice Deal.
Destaca que las "canciones no tienen una estructura muy clásica ni muy obvia y sin embargo, se convierten en hits". Dice que el "mundo Joaquín Sabina" tiene atrás una "complejidad literaria" que abarca desde momentos históricos hasta referencias a la Biblia.
La escritora Mercedes Estramil observa en Sabina una impronta propia "muy marcada" con "un acento cínico, cálido y crítico a la vez". Dice que sus letras "sobresalen del panorama habitual con imágenes vivas, metáforas insólitas, un léxico amplio" y considera que tiene una voz inconfundible, "que transmite, que tiene cuerpo".
Estramil es profesora en la Universidad ORT y da talleres literarios. Si bien se centra en textos narrativos, dice que en el caso de dar clases de poesía, llevaría las letras de Sabina. "Juega con las palabras, sabe ir a la rima fácil y a la difícil, cuenta historias (no anécdotas, sino historias: la del amor/desamor, la del paso del tiempo, la del fracaso, la del olvido, la del arte)", afirma a El Observador la ganadora del Premio Nacional de Literatura de 2022 por la novela Mordida (HUM).
Portada de Esquire en abril de 2025: Joaquín Sabina es un poeta en Nueva York Foto: EsquireEl autor de El Hombre del Traje Gris (1988) ha cambiado, de una manera u otra, la vida de varios artistas. Martín Rosito fue el primer ganador de Sabina por aquí. Se trata de un concurso mundial, organizado por la familia aún radicada en Úbeda, que premia al que mejor versiona al cantautor. En 2014, el jurado premió a Rosito por su cover de Así estoy yo sin ti. El uruguayo se ganó la oportunidad de grabar una maqueta de un disco en el estudio de Sabina en Madrid. Además, empezó un vínculo personal con él y con Úbeda, la ciudad natal del cantante.
En diálogo con El Observador, Rosito dice que Sabina comparte un rasgo con los guionistas, novelistas y dramaturgos. "Él te muestra la escena antes que contarte lo que sucede".
"Eso tiene un poder tremendo", asegura.
Además, resalta la valentía de Sabina a la hora de escribir. Lo advierte tanto en la canción Y sin embargo (donde le dice a su pareja que la ama pero que quiere estar con otras mujeres), en Más de cien mentiras (donde trata de convencer a un ser querido que no se suicide a través de darle motivos que en realidad son mentiras) y en las últimas canciones donde "le está escribiendo a su muerte" como en el single Un último vals.
Joaquín Sabina en el videoclip de "Un último vals" Foto: Captura de pantalla del videoclip de "Un último vals""Eso hizo que él se despegara de muchos artistas de su generación. Hablar de cosas que ningún otro lo había hecho. Aparte él mezcla mucho, tiene una pata en mundos paralelos: en el rock, en la poesía, en el tango, en la ranchera. Ha hecho salsa, se ha metido a rapear. No solo fue el típico cantautor como hubo muchos de su generación", sostiene Rosito.
En un sentido similar, declara Jorge Drexler, probablemente el artista uruguayo más asociado a Sabina. "Él es un poco el responsable de la electrificación de la canción de autor en España. Hizo el mismo proceso que Dylan", dice a El Observador.
El inicio de la relación de Drexler con Sabina tiene puntos de contacto con el testimonio de Fernando Cabrera. Ambos parten de un desinterés por la música del español y ambos nombran a Eduardo Darnauchans.
En 1994, Drexler fue el telonero de Sabina en el Teatro de Verano y se pasó dos noches celebrando con él. "Cerramos cuatro bares, porque era incombustible en esa época Joaquín. Y yo estaba encantado de acompañarlo y de hacerle de anfitrión".
Durante esas noches, surgió una conversación que le quedó en la memoria al músico uruguayo. Sabina se volvió a él y le preguntó:
—¿Qué haces aquí?
Drexler recuerda que Darnauchans, que estaba presente, respondió por él.
—Es que él es médico.
—Él no es médico ni pollas —aseguró Sabina.
Para Drexler, esa respuesta fue clave. "A mí me costaba mucho considerarme un músico en esa época y Joaquín me lo hizo ver así muy descarnadamente", dice el uruguayo.
La historia que lo sigue es conocida: bajo el padrinazgo y la generosidad de Sabina, Drexler se volvió una estrella musical en Madrid.
Pero inicialmente, a Drexler le había pasado algo similar a Fernando Cabrera.
"Puedo entender lo que dice Fernando, porque nosotros veníamos de un mundo musical casi a las antípodas de la música que hacía Joaquín en los 80, que era un rock and roll con una visión muy española. Y las adaptaciones locales de los géneros internacionales como el rock and roll no viajan muy bien. Era un sonido que lo teníamos asociado con cosas que no nos gustaban mucho en Uruguay", recuerda.
Joaquín Sabina en el Estadio Centenario en abril de 2023 Foto: Facundo Vázquez / @fakunvazPero cuando estaba por tocar de telonero en el Teatro de Verano, leyó una entrevista a Sabina que le llamó la atención. Entonces, fue a buscar uno de los discos, no recuerda si Física y Química (1992) o Yo Mi Me Contigo (1996) y abrió el cuadernillo con las letras. "Realmente me impresionó el nivel de atención, trabajo y cuidado que ponía en las letras", cuenta Drexler y dice que le pasó exactamente lo mismo con Leonard Cohen, uno de los grandes referentes de Sabina.
El español fue importante también para que Drexler fuera prestándole cada vez más atención a sus propias letras, un rasgo ahora característico de su obra. En 2003, Sabina le dio el estribillo de lo que sería La Milonga del Moro Judío ("Yo soy un moro judío / Que vive con los cristianos / No sé qué Dios es el mío / Ni cuáles son mis hermanos") y lo desafió a escribir el resto en décimas. Drexler empezó entonces a leer más poesía, a investigar, a recopilar décimas y decimistas de los lugares por los que viajaba en Latinoamérica.
Entiende que él mismo y gran parte de su generación, habían descuidado mucho la atención a las letras. "No es que fuera más importante que la música, pero había que poner la lupa ahí también. Eso me lo enseñó Joaquín", afirma.
Dice que el músico le hace acordar al poeta Quevedo y que "responde más al perfil de un escritor español del Siglo de Oro, que a un cancionista normal del Siglo XX". Menciona que la mayoría de los amigos de Sabina son poetas y que el propio español reconoce escuchar poca música hoy en día.
"Sin embargo, voy a decir en su defensa que las canciones que más me gustan de Joaquín son las que él también escribe la música, como por ejemplo 19 días y 50 noches", dice en referencia a la canción cuyos versos "Hola y adiós" dan nombre a la gira despedida de Sabina. "Me parece un pedazo de canción. Porque yo considero que él toca muy bien la guitarra y que es un gran escritor de música también, a pesar de que él reniegue de eso".