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¿Para qué sirve una biblioteca pública en 2025 y qué tanto cuida Uruguay las suyas?

En su texto Las bibliotecas más importantes del mund...

¿Para qué sirve una biblioteca pública en 2025 y qué tanto cuida Uruguay las suyas?

En su texto Las bibliotecas más importantes del mund...

En su texto Las bibliotecas más importantes del mundo, el escritor y periodista español Jorge Carrión repasa dos ejemplos concretos para mostrar que una misma palabra, biblioteca, contiene multitudes.

El primer caso es el de la nueva biblioteca pública de Helsinki, llamada Oodi e inaugurada en 2018 con el rótulo de “la biblioteca del futuro”. Con un diseño arquitectónico impresionante, 100 mil libros y zonas de silencio, la institución se consolidó como un espacio donde “se privilegian los ámbitos de formación, conversación y encuentro: cafetería, sala de proyecciones, zona familiar, restaurante, aulas de tamaños diversos, espacios de reunión informal”. Dice Carrión que la estrella del edificio es el Balcón de los Ciudadanos, una mega terraza con vistas a la capital finlandesa, y que su forma, contenido y misión se eligió democráticamente. Costó, por supuesto, millones de dólares y necesitó de una mentalidad nórdica para hacerse realidad.

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Biblioteca Oodi, en Helsinki, Finlandia

Pero del otro lado del mundo el autor cita la red de bibliotecas públicas móviles de Colombia, un sistema que incluye veinte estructuras modulares que “combinan las estanterías con libros y los dispositivos tecnológicos, el espacio de lectura con el espacio de formación”, y que ocupan distintos puntos de ese país para trabajar, sobre todo, en comunidades especialmente golpeadas por la guerra. Según los datos estadísticos que maneja el autor, en los lugares donde esta red está presente subió la alfabetización y bajó la criminalidad, al tiempo que los adultos encontraron espacios seguros para el diálogo y los niños, incluso, se animan a pensar en entrar a la universidad, algo que antes parecía utópico por el contexto.

Carrión enuncia que las bibliotecas se están transformando todo el tiempo y que esos dos casos, uno en Finlandia y el otro en Colombia, son dos muestra de la ruptura con la imagen más tradicional que tenemos de ellas. Dice que las bibliotecas del siglo XXI necesitan reformularse para acompasar los tiempos de la humanidad y de esa forma seguir siendo útiles.

red de bibliotecas públicas móviles de Colombia

Red de bibliotecas públicas móviles de Colombia

“Durante siglos han sido espacios de aspecto pasivo, donde la actividad ocurría sobre todo en los cerebros de los lectores”, asegura el autor español. “En este cambio de siglo se han vuelto dinámicas, escenarios performativos. Y reclaman más compromiso que nunca.”

En ambos casos, ese compromiso fue discutido y puesto en el centro del debate público antes de empezar a ver y ejecutar las transformaciones. Por eso resulta curioso que los uruguayos, siempre un poco corriéndola de atrás, nos acordamos de que tenemos que sentarnos a pensar el rol y el estado de nuestras bibliotecas públicas recién hace algunos días.

Fue un anuncio, hecho en el Día del Libro, el 26 de mayo, el que incendió la pradera, indignó, provocó defensas aireadas, avivó el oleaje, hizo que se declamara sobre ese edificio de columnas frente al que miles de personas pasan a diario y en el que casi nadie repara: la Biblioteca Nacional. La decisión de su dirección, encabezada por Rocío Schiappapietra, de cerrar sus puertas al público por múltiples crisis puso a la institución en el centro de la agenda pública como nunca antes. De lo que siguió se ha dado cuenta de forma profusa en los medios, y las repercusiones pueden irse a buscar allí. En esta nota, el centro o el foco está en esa otra pregunta que se disparó entre líneas: ¿cuál es el sentido o para qué sirve una biblioteca pública en 2025?

Para el licenciado en bibliotecología y escritor Andrés Olveira, quien actualmente forma parte del equipo de la biblioteca de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República, estos espacios mantienen hoy “el sentido macro que se sostiene hace varias décadas desde la bibliotecología, que va más allá de la gestión de un acervo bibliográfico/documental y también trasciende el binomio tradicional libro-lector”. Dice que eso significa trabajar con la información más allá de su soporte físico o digital y que se generen herramientas que faciliten su acceso a los usuarios.

“A pesar de lo que comúnmente se cree, las bibliotecas son instituciones que han demostrado una gran adaptabilidad a cada presente que les ha tocado vivir”, asegura en referencia al ideal de actualización, aunque reafirma que “no se puede estar a la altura de lo que requiere el presente con su apabullante proliferación de información, si no se acompaña con recursos”.

LCM_7517.webp La Biblioteca NacionalLeonardo Carreño

Sandra Fabra, integrante de la comisión directiva de la Asociación de Bibliotecólogos del Uruguay (ABU) y que durante varios años se encargó de la dirección de la biblioteca de la Universidad Católica, hoy Centro Ágora, explica que las funciones actuales de las bibliotecas reflejan la evolución entre su histórico rol conservador, centrado fundamentalmente en el libro, y el actual como difusoras de todo tipo de documento. Fabra agrega que las bibliotecas, independientemente de su tipología, deberían ser más que contenedores de archivos y oficiar de “centros de información, de lectura, de educación y de cultura destinados a toda la población”.

“Creo que desempeñan un papel fundamental en la construcción de ciudadanía a la hora de reducir las brechas educativas e informativas digitales, que terminan siendo brechas sociales.”

Paulina Szafrán, docente grado 5 de Bibliotecología en la Universidad de la República, coincide en que el rol de las bibliotecas ha evolucionado acompañando el vínculo entre la información y la comunidad de usuarios.

"De ser recintos cerrados, con acceso restringido a unos pocos, centrados en la conservación pasaron a ser servicios abiertos, democráticos, que siguen cumpliendo un rol mediador pero con nuevas necesidades e intereses que no se centran únicamente en una colección con libros en formato papel. En la actualidad, más allá de las especificidades que otorgan los diversos tipos de bibliotecas (no es lo mismo una biblioteca nacional que una especializada en medicina), son centros de información, lectura, educación y cultura destinados a la población", dice.

Como Fabra, apunta también a la construcción de ciudadanía y la reducción de las brechas educativas, informativas y digitales como un objetivo primordial.

"Contrariamente a la representación que se tiene de ellas como lugares estáticos, continuamente deben (o deberían) desarrollar acciones con vistas a convertirse en el servicio que brinda información confiable y precisa, en promover programas de alfabetización informacional, lo que implica no solo contar con equipamiento, sino una formación para su uso y apropiación, especialmente en tiempos de IA. Acompañar las diversas formas de lectura que existen actualmente. Antes el eje de la lectura estaba centrado en el libro como artefacto cultural, hoy hay múltiples maneras de leer (aunque la lectura tradicional, contrariamente a lo que se cree, no ha disminuido) y la biblioteca debe acompañar el tiempo actual. Tanto contando con libros en diversos formatos, como con los equipamientos que posibiliten la lectura así como con las diversas actividades en torno a ello (los clubes de lectura, movimientos de booktubers y otras modalidades son solo algunos ejemplos). Las múltiples formas de acceso a la información y a la lectura hoy en día no hacen más que tornar más dinámicas a las bibliotecas."

En términos espaciales, las bibliotecas también enfrentan una reinvención en este segundo cuarto de siglo. En épocas de digitalización, IA y acceso virtual, ¿por qué sería necesario dedicarle metros cuadrados a su causa?

Olveira tiene claro que es allí donde se producen las “herramientas que facilitan el acceso a la información, su puesta en valor”, y por eso sigue jugando un rol clave. Sus ejemplos son los siguientes: “El portal Anáforas, que se ha convertido en una plataforma esencial no solo para investigadores sino también para el público general, requirió de la colaboración de muchas bibliotecas para generar su colección virtual. También contamos con repositorios como Colibrí, en el que se puede acceder a tesis de la Udelar, y eso parte desde las bibliotecas. Ni hablar de los catálogos en línea, los servicios de referencia y la asistencia remota que damos desde las bibliotecas universitarias y tantas otras. Por ejemplo, una de las funciones que tengo en mi trabajo, en la biblioteca de Humanidades, es con la Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía: hago el pasaje de los archivos de texto a XML (lenguaje de marcado), lo que permite que sean subidos a una biblioteca científica electrónica en línea (SciELO), que les da mayor visibilidad y los coloca en el ciclo de producción de conocimiento a nivel internacional.”

“Simplemente, las fronteras de lo que tradicionalmente llamamos bibliotecas se han expandido. El soporte físico y el digital no son excluyentes: el último permite amplificar al primero”, asegura.

Fabra, en tanto, apunta al rol social que juegan las bibliotecas en cuanto a espacios de encuentro y de lectura.

“El fin es ofrecer espacios de aprendizaje y de vivenciar las distintas experiencias con acento en la interacción humana. Los espacios que antes ocupaban libros, revistas, y pienso en el caso del Centro Ágora de la Universidad Católica, se transformaron justamente en lugares de lectura distendida y de conversación creativa. Ese es el sentido, ¿no? Espacios que te permitan eso”, dice.

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Biblioteca del IAVA

C. Dos Santos

Szafrán coincide en que el espacio de la biblioteca "va más allá de sus límites físicos y el horario", pero aporta que, respecto a sus locales, "las bibliotecas, en especial las públicas, deberían ser espacios de referencia de las zonas en las que están ubicadas".

"Son un lugar de encuentro, un lugar para estar, para ir aunque no se vaya a leer. Un lugar confiable, abierto a todos, de amplio horario en el que se puede tener acceso a información en distintos soportes, con equipamiento y con referentes que capaciten en su uso, con una oferta variada de actividades culturales, abierta a propuestas de la comunidad. Lugares que brinden herramientas a la población más vulnerable, a quienes no tienen posibilidad de comprar un libro, acceder a Internet, una formación que les permita discriminar que es información verdadera y qué es una fake news, cómo se hace un trámite, ver una película", entre otras cosas.

Los uruguayos y sus bibliotecas

Está claro que el estado de la Biblioteca Nacional está a años luz del modelo finlandés de Oodi, pero también está lejos de la totémica biblioteca Mariano Moreno en Buenos Aires, o la espectacular Biblioteca Nacional de Santiago de Chile. Son ejemplos cercanos de gestión que apuntan a que en este país hay algo que no está funcionando bien en cuanto a la gestión de estos espacios.

De hecho, la situación que disparó las discusiones la última semana puede servir de punto de apoyo para expandir la pregunta y ver el estado del resto de este tipo de instituciones en el país. ¿A los uruguayos les importan sus bibliotecas realmente? ¿Le dan el uso y el lugar que se merecen? ¿Las cuidamos y preservamos lo suficiente?

Fabra cree que hay esfuerzos para mantenerlas, pero que son aislados. “Son esfuerzos de unos pocos. Por eso seguimos insistiendo que este es el momento de ampliar el diálogo y proponer un gran debate nacional sobre estos espacios y el lugar que se merecen”, dice.

0001938979.webp Ciudadanos de todas las edades recurren al vasto archivo de la Biblioteca Nacional, instalada sobre la Avenida 18 de JulioN. Garrido

Szafrán, por su parte, es una convencida de que "no precisamos ir a los países nórdicos para conocer buenas experiencias de sistemas de bibliotecas, tenemos realidades cercanas", pero "Uruguay está muy atrasado, salvo excepciones valiosas".

"Mi tesis de doctorado plantea algunas cuestiones al respecto. Por ejemplo, que en muchos casos, y más allá de algunos discursos, el imaginario de las bibliotecas se mantiene como templo del saber, sosteniendo una representación tradicional que hace que se aplace su potencial y limite sus posibilidades de funcionamiento al mínimo. Como consecuencia, hay un desconocimiento por parte de la ciudadanía sobre las funciones y servicios que deberían desarrollar y, por lo tanto, que están en condiciones de demandar. Esto se torna más preocupante aún al considerar que, de acuerdo a lo presentado, incluso la lectura tradicional sigue siendo una práctica sostenida en el país, pero no es la biblioteca el espacio de acceso a ella a pesar de ser la institución cultural con más presencia del país. Asimismo, se han creado infraestructuras culturales (como los centros MEC, usinas culturales, fábricas de cultura) que asumen funciones de las bibliotecas públicas actuales limitando aún más sus posibilidades y visibilidad, reduciéndolas a una visión tradicional", explica.

Olveira va todavía más al hueso y opina que Uruguay es “muy ingrato con su cultura”, y que el hecho de que ”las bibliotecas públicas y la nacional se hayan pauperizado de esta manera es debido a décadas de abandono”.

“Se le suelta la mano a lo que no genera réditos cuantificables e inmediatos: la educación, la cultura. Esta discusión llega muy tarde y genera coletazos injustos, esa es la mayor torpeza de la medida (de cerrar la Biblioteca Nacional); más allá de que es insostenible la situación.”

“A mí me gustaría que, más allá de las razones dadas, que son de perogrullo, exista una voluntad real de mejorar la Biblioteca Nacional, y que se genere y potencie un sistema de bibliotecas públicas. Elijo creer que pasará algo. Me hubiera gustado un poco más de sustento, un plan de contingencia, algo. Para eso se necesita mucho dinero, principalmente profesionales de mi área, junto a informáticos, gestores culturales, gente idónea”, asegura.

Los motivos de cada uno de los consultados evidencian que si hay un momento para que la discusión se intensifique, es este. Probablemente Uruguay seguirá lejos del ejemplo finlandés o el colombiano, pero el lugar y el estado de las bibliotecas públicas en el país apunta a una renovación. Por lo menos para que la imagen de claustros cerrados, polvorientos y con estanterías arqueadas deje de ser una realidad. Y para poder pensar en la biblioteca del futuro también tiene lugar dentro de estas fronteras.

Fuente: https://www.elobservador.com.uy/cultura-y-espectaculos/para-que-sirve-una-biblioteca-publica-2025-y-que-tanto-cuida-uruguay-las-suyas-n6003079

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