El fusionismo del Siglo XXI
Una vez finalizada la Guerra Grande, el conflicto armado en el que se enfrentaron las recién surgidas divisas tradicionales de nuestro país, apareció un movimiento que promovía la “política ...
Una vez finalizada la Guerra Grande, el conflicto armado en el que se enfrentaron las recién surgidas divisas tradicionales de nuestro país, apareció un movimiento que promovía la “política de fusión” entre blancos y colorados. El principal ideólogo de la fusión fue Andrés Lamas que, entre otras cosas, decía en su conocido “manifiesto”: “¿Qué es lo que divide hoy a un blanco de un colorado? Lo pregunto al más apasionado, y el más apasionado no podrá mostrarme un solo interés nacional, una sola idea social, un solo pensamiento de gobierno en esa división”. Como consecuencia de ese movimiento se creó la Unión Liberal en 1855, que pretendía llevar adelante un programa que sintetizara las mejores ideas de los partidos tradicionales. Sin embargo, blancos y colorados sobrevivieron a ese y a todos los demás intentos de superarlos que se promovieron en el siglo XIX y ya no fueron seriamente desafiados durante la mayor parte del XX, dominando la escena política hasta el golpe de Estado de 1973.
Pero el último periodo democrático se abrió con un nuevo desafío para los partidos tradicionales, el Frente Amplio, que fue creciendo electoralmente hasta llegar al gobierno en 2005. Ese proceso llevó a una fuerte colaboración entre blancos y colorados, que formaron una coalición de gobierno en 1995 y reformaron el sistema electoral en 1996, incorporando el balotaje para la elección presidencial, con la finalidad de unir sus votos en la segunda vuelta y mantener el gobierno. Sin embargo, el FA gobernó durante 15 años y, luego de un periodo de gobierno de la coalición entre blancos y colorados (a la que sumaron socios menores), volvió a ganar la presidencia. Esta circunstancia ha llevado al surgimiento de un nuevo fusionismo, basado en la conveniencia de comparecer unidos bajo el lema común del Partido de la Coalición Republicana: “La idea reúne a varios adeptos en el oficialismo actual -que proponen replicar a escala nacional los acuerdos que se pondrán en marcha en mayo próximo para los departamentos de Montevideo, Canelones y Salto- pero también encuentra resistencias bajo el argumento de que los partidos tradicionales no pueden desaparecer y perder identidad.”
La elección de representantes y gobernantes es la dimensión constitutiva de la democracia representativa. En este sentido, la democracia implica, por un lado, una competencia entre aspirantes a ocupar esos cargos y, por otro, la participación de la ciudadanía optando por uno u otro. Estos procedimientos están sujetos a ciertas reglas, llamadas sistemas electorales, que establecen diversas restricciones. Los sistemas electorales generan incentivos para llevar adelante determinadas estrategias -y no otras- cuando se busca la victoria o el mejor resultado posible. En muchos casos, para políticos o ciudadanos, la obtención del mejor resultado posible requiere desarrollar ciertos comportamientos estratégicos que conducen a lo que llamamos “coordinación electoral”.
La forma más conocida de la coordinación electoral está formulada en la “Ley de Duverger”, que afirma que cuando se elige un único cargo por mayoría relativa, la competencia se concentra entre dos candidatos. Este resultado de equilibrio se produce como consecuencia de la coordinación estratégica, ya sea entre los políticos, que postulan sólo dos candidatos o, cuando eso no ocurre, entre los electores, que concentran sus votos entre los dos candidatos principales. Dado que el sistema de mayoría relativa implica que obtiene el cargo quien reciba el mayor número de votos, es posible que dos o más aspirantes encuentren conveniente que se postule uno solo de ellos (mientras los otros lo apoyan, obviamente a cambio de algo) porque si dividen sus votos facilitan el triunfo de un rival común. Cuando esto no ocurre por la razón que sea, entonces los votantes pueden coordinar, concentrando sus votos en el candidato de ese bloque al que perciban con mayor probabilidad de derrotar al rival común.
La ley de Duverger tiende a cumplirse en las elecciones departamentales en Uruguay desde que fueron separadas de las elecciones nacionales. En términos generales solo dos partidos pueden competir con chances de ganar la intendencia. Obviamente hay excepciones a la ley general. La más frecuente es la presencia de un partido predominante que gana sistemáticamente y de forma holgada (con más de la mitad de los votos) elección tras elección. En este caso desaparecen los incentivos para la coordinación de los opositores, ya que, por más que sumen sus votos, perderían de todas formas. La otra excepción a la ley de Duverger, y mucho más interesante, es cuando se producen “fallos” en la coordinación, esto es, cuando un bloque pierde la elección por no haber sumado sus votos. Un caso paradigmático de fallo en la coordinación fue la elección de intendente en el departamento de Salto en 2020, donde el PN obtuvo casi un 37% mientras que el PC superó el 20%, pero triunfó el FA con poco más del 42% de la votación. El “fallo” se aprecia claramente si comparamos ese resultado con el del vecino Paysandú, donde triunfaron los blancos con el 52% de los votos, al tiempo que los colorados obtuvieron apenas un 4%, mientras que el FA, con casi un 43%, fue derrotado a pesar de haber obtenido un porcentaje algo por encima de lo que obtuvo en Salto. En ninguno de los dos casos las elites coordinaron un lema común, pero en Paysandú, a diferencia de Salto, los electores blancos y colorados coordinaron concentrando sus votos en el PN.
Esta diferencia explica por qué los partidos tradicionales lograron acordar la presentación del Partido de la Coalición Republicana en Salto y no en Paysandú. Según nota de La Diaria del 6 de enero de 2024 “Paysandú había sido uno de los departamentos seleccionados por dirigentes de la coalición para juntar votos contra el Frente Amplio (FA) dentro del lema común de la Coalición Republicana en las próximas departamentales. ... Sin embargo, por determinadas resistencias del PN, la herramienta electoral no prosperó en el departamento.” Evidentemente el PN no favoreció la asociación con el PC en Paysandú porque prefiere quedarse con sus votantes antes que darle cargos a sus dirigentes. La formación de un lema común para los partidos tradicionales no es un destino natural que deriva de su mayor afinidad ideológica, es un instrumento estratégico que puede utilizarse cuando resulta necesario. En Paysandú no es necesario porque los votantes coalicionistas de ese departamento ya saben que para ganarle al FA tienen que votar al PN. En Salto, en cambio, al fallar la coordinación de los votantes, se vuelve necesaria la coordinación de las elites. Las preferencias de los políticos son muy simples: algo es mejor que nada, pero todo es mejor que algo.
Cuando el lema común no es necesario, como en Paysandú, puede que tampoco resulte conveniente, porque esa forma de coordinación implica algunas dificultades y restricciones. Las principales dificultades se relacionan con la necesidad de lograr la habilitación de dos lemas diferentes en las elecciones internas y la imposibilidad de ser candidato por uno de ellos en las internas y por otro en las subsiguientes elecciones del ciclo electoral. Las principales restricciones se vinculan con las posibilidades de competencia interna por la intendencia. La norma habilita hasta tres candidatos por lema, lo que limita el número de candidatos que puede postular cada partido bajo el lema común. En el caso del PN, aun cuando sus socios accedan a que ocupe dos de esas tres posiciones (con la consiguiente exclusión de los socios menores), podría resultarle problemático, ya que, al dividir sus votos entre dos candidatos, podrían estar hipotecando sus chances frente al candidato colorado. En definitiva, el lema común será utilizado cuando resulte necesario y conveniente.
Entonces, ¿resulta necesario y conveniente que los partidos tradicionales pasen a competir con un lema común en todo el país, tanto en las elecciones nacionales como subnacionales, como han propuesto varios dirigentes políticos? En particular, Sanguinetti sostuvo que “…no puede volver a suceder lo que pasó el 27 de octubre: producto de un sistema de representación proporcional que premia al lema que obtiene más votos, el Frente reunió el 43,9% pero se quedó con 16 senadores. En cambio, los partidos de la coalición sumados obtuvieron 47,6% pero terminaron con 14 senadores.” Y, para evitar ese resultado, manifestó que “hay dos caminos, una reforma electoral (“una corrección para que la representación proporcional sea más realista y no injusta como esta vez”, algo que él no descarta porque dice que es “una idea que flota” pero sabe que es improbable a corto plazo) o que los partidos que integran la coalición se unan en un solo lema sin perder las identidades. Algo similar a lo que hizo el Frente Amplio con éxito en 1971 uniendo bajo un paraguas común al Partido Comunista, Partido Socialista y Partido Demócrata Cristiano, además de dirigentes colorados, blancos e independientes.”
Antes de discutir esos argumentos corresponde aclarar que la principal diferencia entre la elección nacional y las departamentales está en la regla para ganar el cargo principal. Mientras que los intendentes son electos por mayoría relativa, para obtener la presidencia se requiere una mayoría absoluta. Entonces no se aplica la ley de Duverger. De hecho, el balotaje fue la forma de coordinación electoral que encontraron los partidos tradicionales para no tener que formar un lema común o para evitar que uno de ellos fuera víctima de la deserción estratégica, como los colorados en Paysandú. En términos estratégicos, nuestro sistema de elección presidencial tendría un equilibrio con tres competidores y no con dos de acuerdo con la ley de Cox. Por lo tanto, para la elección presidencial no es necesario el lema común. Sin embargo, el argumento para usar un lema común, presentado entre otros por Sanguinetti, es la elección legislativa. El razonamiento más simple valida la idea: si se hubieran presentado con un mismo lema y hubieran obtenido la misma votación, ellos hubieran obtenido la mayoría legislativa.
Pero un análisis más profundo la pone fuertemente en entredicho. En primer lugar, es francamente discutible el supuesto de que si concurrieran bajo un lema común obtendrían la misma cantidad de votos que obtienen por separado. Parece más bien trivial asumir lo contrario, ya que, si fueran con un lema común, también tendrían un candidato común (el ganador de la interna) y justamente el candidato común de los partidos tradicionales en todos los balotajes obtuvo menos votos que la suma de los que consiguieron en la primera vuelta quienes luego apoyaron esa candidatura. Sobre esta base se puede pensar que, más que favorecer la representación legislativa de los partidos de la coalición, el lema común podría incrementar la del FA o la de algún partido menor.
En segundo lugar, se ha dicho que la unión de varios partidos fue la estrategia que favoreció el crecimiento y el posterior triunfo del FA, por lo que la unión bajo un mismo lema tendría los mismos efectos para los partidos de la coalición. Pero esta analogía es inadecuada porque los incentivos para la formación del FA no coinciden con los actuales para la Coalición. El FA fue la unión de partidos menores y sin competencia interna, que eran víctimas del abandono estratégico de los electores que percibían que los únicos con chance de triunfar eran los partidos tradicionales. Al unirse ofrecieron una opción con mayor chance en el contexto de una elección presidencial por mayoría relativa, pero, como ya se dijo, la mayoría absoluta no incentiva este tipo de acuerdo.
En tercer lugar, la consecuencia negativa que se toma como fundamento, la mayoría del FA en el senado sin alcanzarla en diputados, es un resultado más bien fortuito y absolutamente inusual, al punto que esta es la primera vez que ocurre con el sistema electoral vigente desde 1942. El sistema electoral para los cargos legislativos en Uruguay es de representación proporcional, sistema que favorece al multipartidismo, tal como formuló en su momento Duverger y ha confirmado sistemáticamente la evidencia comparativa. El FA no hubiera obtenido esa mayoría en primera vuelta si hubiera habido una pequeña diferencia en la distribución de los votos que, por ejemplo, le hubiera otorgado una banca en el senado a CA o a IS. Efectivamente, como dice Sanguinetti, tampoco hubiera obtenido la mayoría si el sistema de asignación de bancas por D’Hondt fuera sustituido por el de mayores restos o el de divisores de Sainte-Laguë. Y, en todo caso, si se quiere ver ese resultado como un fallo de coordinación, los que “fallaron” fueron los partidos menores, que se quedaron afuera del Senado por no unirse. La ley de Cox se formula como M+1, donde M es el número de cargos en disputa, lo que significa que son viables todos los partidos que obtienen bancas más el primer perdedor. Concretamente en este caso y dentro de la coalición, si Cabildo Abierto -el primer perdedor- y el PI hubieran participado con un lema común en la primera vuelta, aun perdiendo votos, hubieran logrado un senador y el FA se hubiera quedado con 15.
Por último, el uso de un lema común por parte de los partidos de la coalición en la elección nacional crea serias dificultades para la competencia interna, tanto en los partidos tradicionales que no podrán dirimir sus candidaturas presidenciales en las elecciones internas como viene haciendo, como en los partidos menores que no podrán competir internamente por cargos legislativos. Si blancos y colorados fueran a la elección nacional con un lema común, en las elecciones internas deberán presentar una única candidatura cada uno, para no correr el riesgo de perder la nominación, sin contar con que, si desean seguir funcionando como partidos perderán sus convenciones nacionales, órganos relevantes de su estructura. La competencia interna es un rasgo constitutivo de los partidos tradicionales y un factor relevante, si no el principal, para explicar su longevidad, facilitando procesos de adaptación y renovación de sus elites.
Por su parte, CA, el PI y cualquier otro partido menor del lema común deberían presentar una lista única para diputados, particularmente en Montevideo, ya que, si abren más de una lista como en la última elección, podrían quedarse sin bancas. En este caso es importante señalar que la proporcionalidad en la distribución de bancas vale fundamentalmente para los partidos y no tanto para las fracciones internas. Si compitieran bajo un lema común y se mantuviera una distribución de pesos electorales similar a la actual, los más perjudicados serían el PC y los socios menores, ya que el PN pasaría a ser el MPP del Partido de la Coalición Republicana y se quedaría con la mayoría de los senadores y casi todos los diputados del interior.
Es difícil encontrar beneficios evidentes para los miembros de la Coalición Republicana como consecuencia de la formación de un lema común para las próximas elecciones nacionales, a no ser por la posibilidad de competir por la presidencia con una fórmula conformada por dirigentes de los dos partidos tradicionales. El sistema electoral uruguayo fue diseñado para darle un predominio completo a los partidos políticos en el ámbito nacional y no prevé la existencia de partidos locales ni la formación de coaliciones electorales, muy comunes en el resto del planeta. En contrapartida, el sistema prevé la competencia interna dentro de los partidos a todos los niveles, lo que les proporciona mecanismos eficientes de adaptación y renovación. Su diseño respondió a las características y necesidades de los partidos tradicionales y luego fue reformado para facilitar la continuidad de un multipartidismo que incluya a los dos partidos tradicionales junto al Frente Amplio.
Pero el diseño electoral vigente generó una inconsistencia, porque facilita un equilibrio multipartidista a nivel nacional, al tiempo que promueve esquemas bipartidistas a nivel departamental, pero con los mismos partidos en los dos niveles. Como consecuencia no tenemos un equilibrio multinivel, ya que hay partidos viables a nivel nacional que no lo son en el ámbito departamental. La solución de esta inconsistencia requiere la implementación de estrategias ingeniosas o de algunas reformas electorales, pero no se resuelve con la formación de un nuevo partido que incluya a los miembros de la coalición republicana.
https://www.elobservador.com.uy/opinion/la-hora-del-bipartidismo-sera-posible-el-uruguay-n5972779
https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2025/1/rechazo-del-partido-nacional-al-voto-cruzado-complica-acuerdos-electorales-en-paysandu-y-hay-malestar-en-el-partido-colorado/
https://www.elpais.com.uy/que-pasa/proyectan-el-lema-unico-en-la-coalicion-para-elecciones-de-2029-blancos-y-colorados-irian-en-el-mismo-partido
Sin contar la vicepresidencia, es decir, 16 senadores en 30.
En las elecciones de 1946 el PC quedó en mayoría en el senado y en minoría en diputados. Pero la mayoría del senado fue consecuencia de la incorporación del vicepresidente, no producto de la asignación proporcional de las bancas.
Fuente: https://www.elobservador.com.uy/opinion/el-fusionismodel-siglo-xxi-n5986323