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Educación rural: el alma invisible que sostiene al país desde sus rincones más olvidados

Una fecha con historia nacida en 1961.

Educación rural: el alma invisible que sostiene al país desde sus rincones más olvidados

Una fecha con historia nacida en 1961.

Este 15 de mayo, el país homenajea a quienes enseñan donde parece imposible: las maestras y maestros rurales. Una fecha con historia —nacida en 1961— que visibiliza la labor silenciosa y vital de quienes educan en los rincones más remotos del país. Desde escuelas entre sierras o bañados hasta aulas sobre ruedas, estos docentes sostienen el derecho a aprender, muchas veces siendo la única presencia estatal en el territorio. Un día para recordar que donde llega una maestra, llega también la patria.


Hay fechas que no deberían pasar desapercibidas. El próximo jueves 15 de mayo, Uruguay vuelve la mirada hacia una de sus columnas menos visibles, pero más firmes: la educación rural. En cada escuela perdida entre sierras, bañados o campos interminables, late una vocación que no conoce de horarios ni comodidades: la de enseñar donde parece imposible.

La fecha tiene historia. Fue en marzo de 1961, en tiempos difíciles para el magisterio rural, cuando un grupo de maestros —reunidos en el Paraninfo de la Universidad de la República— resolvió crear una jornada nacional que visibilizara la labor de quienes educan en el interior profundo. Así nació el Día de la Educación Rural.

Pero el impulso venía de antes. En 1958, se había creado la Sección Educación Rural, antecedente del actual Departamento de Educación para el Medio Rural (DER), como respuesta concreta a las desigualdades que enfrentaban niños y niñas del campo uruguayo.

Hoy, más de seis décadas después, la esencia de aquel compromiso sigue viva. Maestras que cruzan arroyos, docentes que preparan clases con señal inestable y pizarrones desvencijados, aún sostienen el acto pedagógico como trinchera de dignidad. En muchos casos, son la única presencia estatal en kilómetros a la redonda.

Este día es, entonces, un homenaje a todas esas maestras rurales conocidas... pero sobre todo a las anónimas. A las que hoy, como ayer, cargan la escuela en la mochila, el aula en una bicicleta, y el conocimiento como una bandera que no se rinde.

En tiempos de vértigo urbano y pantallas omnipresentes, recordar la educación rural es también un acto político y cultural: reafirmar que el derecho a la educación no puede depender del código postal.

Porque allí donde llega una maestra, llega el Estado. Llega la patria.

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