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Más jóvenes, adictos y que se negaban a ir a los refugios: los cientos de evacuados que el Estado rescató de la calle en la alerta roja

Nacho estaba durmiendo en su “parada” de Capurro, después de haberse fumado los últimos porros que consiguió en “el mercado negro”, acurrucado junto a su esposa para darse calor, cuando ...

Más jóvenes, adictos y que se negaban a ir a los refugios: los cientos de evacuados que el Estado rescató de la calle en la alerta roja

Nacho estaba durmiendo en su “parada” de Capurro, después de haberse fumado los últimos porros que consiguió en “el mercado negro”, acurrucado junto a su esposa para darse calor, cuando ...

Nacho estaba durmiendo en su “parada” de Capurro, después de haberse fumado los últimos porros que consiguió en “el mercado negro”, acurrucado junto a su esposa para darse calor, cuando escuchó el motor del patrullero. No pensaba irse a un refugio, no lo había hecho desde que en febrero quedó en la calle. Pero no le dieron opción: aceptaba irse a pasar la noche bajo un techo o sería detenido.

Desde entonces, la segunda noche de las nueve que lleva la alerta roja por las bajas temperaturas, descansa en unos colchones en el Palacio Peñarol devenido en centro de evacuación, rodeado de los colores de su cuadro. No se queja:

—Está bien de bien. No me dejan fumar dentro, pero no me hacen lío por si llevo mis cogollos. Te sacan los cubiertos para que no haya problemas (con otros usuarios), y cuando te vas, en la mañana, te los devuelven. Está espectacular.

Nicolás espera a su lado a que abra el centro de evacuación. Hace dos semanas salió del exComcar y no tenía a dónde ir.

—En los refugios clásicos hay que adaptarse a las normas de otros, hay horarios, hay gente que está en la mala… ahora que estoy libre no estoy ni ahí para esa.

Agustín es el tercero en la fila. Tampoco gusta de los refugios. Cuando se le viene a la cabeza la imagen insoportable del entierro de su madre y su abuelo —ambos fallecidos por cáncer casi a la vez— le entran unas ganas irresistibles de despejar la mente fumándose algo. Y cuando está bajo el efecto de ese “algo”, no le pinta ir a un refugio.

La lista sigue: Eduardo escucha la radio y dice —señalado el interior del Palacio Peñarol— “esto está espectacular, lo único que le faltan son las duchas y que no tenga horarios”. Pablo asiente con la cabeza. Fue él quien llamó a un patrullero para que lo llevara al centro de evacuación porque estaba con tanto frío que “no sentía los pies”.

Cerca de la mitad de quienes pasaron la noche en un centro de evacuación no han pernoctado si quiera una vez en un refugio en los últimos seis meses. Y el porcentaje asciende al 66% si se tiene en cuenta quienes fueron menos de ocho noches.

“Estamos llegando a personas diferentes que estaban en calle y que por distintas razones no se estaban acercando a los refugios del Ministerio”, explicó en el Parlamento Juan Martín Fernández, director de Transferencias del Ministerio de Desarrollo Social.

Por “diferente” refiere a población más joven, más masculinizada (todavía más que la ya masculinizada población de los refugios clásicos), y casi toda consumidora frecuente de drogas.

Dicen que habían tenido malas experiencias en los refugios, o que el modelo es incompatible con su estilo de vida, o que la convivencia se vuelve cuesta arriba. En el centro de evacuación, en cambio, dos tercios valoran positivamente la infraestructura y la convivencia.

Pero las autoridades del Mides lo dejaron en claro en su comparecencia de esta semana a la comisión de Población de Diputados: esta es una emergencia que no resuelve los problemas de fondo.

Problemas que, les explicó a los legisladores la directora de Gestión Territorial Mercedes Clara, exceden a Montevideo donde se han desarrollado los últimos censos de población en calle. Al menos 950 personas (840 de ellas en centros del Mides y el resto en lugares dispuestos por la alerta roja) fueron detectadas en situación de calle en el interior.

¿Los muertos evitables?

La cantidad de fallecidos en situación de calle fue una de las motivaciones para —temperaturas extremas mediante— se activara la alerta roja para personas en situación de calle. Y sobre todo fue —como había pasado en otros gobiernos con muertos a la intemperie— la excusa para la puja dialéctica entre oficialismo y oposición.

Lo cierto es que, a ciencia cierta, es imposible saber en Uruguay cuántas personas en situación de calle mueren cada año y, sobre todo, si la causa del fallecimiento está vinculado a la exposición a la intemperie. No existe tal categoría.

Por ejemplo: el parte forense dice que uno de los muertos que se contabilizan en la puja política de estos días falleció como consecuencia de una “pancreatitis hemorrágica por consumo excesivo de alcohol”. Otro murió luego de que, quien lo acompañara, admitiera haber pasado juntos tomando “caña blanca durante toda la noche”. Otra murió dentro de un centro de cuidados del Mides con un EPOC agravado y al que la emergencia móvil —según publicó Brecha en base a testimonios— le negara la asistencia.

El ministro de Desarrollo Social, Gonzalo Civila, reconoce la “responsabilidad del Estado sobre las personas que fallecen en situaciones de vulnerabilidad”, pero niega que haya una responsabilidad per sé de los políticos de turno.

En las casi cinco horas en que las autoridades del Mides hablaron con los legisladores en su comparecencia, las mayores tensiones se dieron por esas precisiones, además de la salida de varios parlamentarios de la oposición que obligó a Margarita Libschitz, diputada frenteamplista, decir que el quórum de la reunión se mantenía gracias al FA, la interpretación del decreto de internación involuntaria que hizo el nacionalista José Luis Satdjian (quien señaló que no era necesaria la alerta porque la herramienta legal ya estaba dada sin necesidad de firma del médico), o la (un poco más acalorada) intervención de Nicolás Martinelli que publicó el archivo de frases de las hoy autoridades ministeriales cuando eran oposición.

Eso llevó a que el ministro Civila dijera que Martinelli había sido el que se puso “más picante”, y luego reflexionó:

—Todos en la vida transitamos distintos momentos, distintas circunstancias, y no me asusta que puedan encontrar en alguna cosa que dije en otro momento algún matiz o alguna diferencia con algo que digo ahora, porque eso es parte de los procesos que hacemos las personas. Seguro que si revisamos los archivos de cada una y de cada uno de los que estamos acá vamos a encontrar miradas con distintos matices en diferentes momentos, entre otras cosas porque hacemos aprendizajes, porque vamos también reevaluando cosas o porque las circunstancias.

Y concluyó: "a una gestión hay que juzgarla por la capacidad de dar respuesta, y venimos aumentando la respuesta a quienes antes no se les llegaba".

Fuente: https://www.elobservador.com.uy/nacional/mas-jovenes-adictos-y-que-se-negaban-ir-los-refugios-los-cientos-evacuados-que-el-estado-rescato-la-calle-la-alerta-roja-n6006885

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