
Invirtieron más de US$ 150.000 en un fondo ganadero, vendieron su casa y terminaron arruinados: la historia de Alejandro y Roxana
Alejandro y su esposa Roxana invirtieron por primera vez en un “fondo ganadero” en 2015, cuando entregaron los US$ 17.000 que tenían ahorrados a la empresa de Alejandro Berrutti, que en ese mo...
Alejandro y su esposa Roxana invirtieron por primera vez en un “fondo ganadero” en 2015, cuando entregaron los US$ 17.000 que tenían ahorrados a la empresa de Alejandro Berrutti, que en ese momento llevaba el nombre de Portfolio Ganadero –años más tarde pasó a llamarse Portfolio Capital–.
La modalidad de inversión de ese momento era la misma que ofreció Berrutti hasta hace unos meses, cuando comunicó que no seguiría pagando y citó a una asamblea que se celebrará sobre inicios de julio, mientras que los damnificados presentan decenas de denuncias penales en contra del empresario.
Pero tanto Alejandro como Roxana no están dentro de los más de 400 damnificados de Portfolio porque en 2020 decidieron dejar de reinvertir las ganancias que obtenían por las acciones.
Alejandro cuenta a El Observador que la empresa de Berrutti les pagaba poco más de 9% de intereses, pero les ofrecieron bajar ese porcentaje a 6%, por lo que no les “convenía” y en 2020 decidieron retirarse.
Así fue que le comunicó a Porfolio su intención y, recuerda, que demoraron alrededor de tres meses en depositarle el dinero. “En los años que estuvimos invirtiendo en Porfolio no tuvimos problemas, siempre nos pagaron en tiempo y forma. Solo cuando nos retiraron demoraron un poco más e incluso yo le tuve que mandar un mail a Berrutti para agilizar el pago. Pero no tuvimos drama”, añadió Alejandro.
El hombre detalló que nunca supieron en qué ponía su dinero Berrutti, pero reconoce que tampoco les importaba porque “siempre pagaban”. En 2020 lograron obtener poco más de US$ 40.000 como resultado de las ganancias por los intereses acumulados por cinco años.
Con la experiencia positiva de haber invertido en Portfolio, Alejandro y Roxana decidieron ir por una segunda apuesta. Cuenta que su madre, quien le regaló US$ 10.000 para que sumara al dinero que ya tenía para invertir, le recomendó que se informara sobre Conexión Ganadera porque conocía a Gustavo Basso.
Sin embargo, en el medio apareció la figura de Jairo Larrarte –imputado por la estafa que llevó adelante a través del Grupo Larrarte– y le ofrecía más rentabilidad que Conexión Ganadera.
Tras mantener varias reuniones con Larrarte y sus empleados, en 2021 Alejandro y Roxana se convencieron de invertir los US$ 57.000 que habían logrado ahorrar. A su vez, le propusieron al “empresario” que querían reinvertir las ganancias y él les respondió que no había problema. “Nos dijo que al cabo de cinco años íbamos a tener US$ 97.000”, recuerda Alejandro.
Cada tanto desde el Grupo Larrarte llamaban a la pareja para que firmaran guías de ganado y también tuvieron que abrir un Dicose, para tener respaldo de que los vacunos existían. De esta manera, Alejandro y Roxana veían en la página del Ministerio de Ganadería que tenían más de 200 cabezas de ganado, algo que les daba una sensación de respaldo.
Además, Larrarte los invitó dos veces a la Posada del Minero en Rivera con todo pago y les mostraba las instalaciones en los campos junto con el ganado. “Entre la primera vez que fuimos y la última, veíamos avances, algo que también te daba la pauta de confianza. Hoy lo veo y era una ostentación impresionante”, insiste Alejandro.
La pareja vivía en un apartamento en el Centro de Montevideo y tenía planes de venderlo, porque era muy húmedo durante el invierno. A Alejandro y Roxana se les ocurrió ofrecérselo a Larrarte, porque el falso empresario también tenía operaciones en el rubro inmobiliario.
“Yo te lo vendo, a mi no me pagas comisión”, recuerda Alejandro sobre lo que le respondió Jairo Larrarte. A su vez le propuso que la plata de la venta la podía invertir en Grupo Larrarte y las ganancias pasarían a ser mensuales, lo que le daba la posibilidad a la pareja de alquilar.
Finalmente, los damnificados vendieron a través de otra inmobiliaria la propiedad y decidieron poner los US$ 100.000 en ganado. “Así como cobré de mañana la letra de cambio, de tarde se la pasé a él (Larrarte)”, recuerda Alejandro.
Decidieron irse a un apartamento en Punta Carretas, por el que pagaban mensualmente casi US$ 1.000. Tenían gimnasio, piscina y un cowork para trabajar, lo que hacía que los “días fueran felices”, dice la pareja.
Las primeras señales de alarma para la pareja se prendieron cuando Jairo Larrarte y su pareja, Marcos, se fueron a una especie de luna de miel por cuatro meses por varios países del mundo. ¿Quién deja por ese tiempo una empresa que recién empieza?, se preguntaba Alejandro por ese entonces.
“Mientras tanto a mi me llamaban de la oficina cada tanto para firmar guías, porque supuestamente había un cambio de campo del ganado. No me decían nada, solo que tenía que firmar y en realidad lo que estaban haciendo era sacarme vacas”, agrega el hombre y reconoce que él “no entendía” porque “confiaba totalmente”.
También notó que de las 215 vacas que debía tener, en la página de Ganadería aparecían 98. Al preguntarle a los funcionarios de Larrarte, le explicaron que una parte del ganado fue a un frigorífico para faena y las iban a reponer en el corto plazo.
20250625 Pareja damnificada por Conexion Ganadera Foto: Inés Guimaraens El fin del lujoLarrarte comenzó a atrasarse con los pagos y dejaron de ser mensuales, lo que provocó que la familia tuviera que retrasarse con el alquiler de su casa en Punta Carretas. En un momento se encontraron con Jairo Larrarte cuando fueron a las oficinas para reclamar el dinero que se les debía, y les aseguró que daría la orden para que se les depositara cuanto antes.
Alejandro, al ver lo que sucedía, escribió una carta para pedirle a Larrarte que repusiera las vacas que le faltaban para luego retirar el dinero que le correspondía según lo que había invertido en primera instancia. “No me dieron bola”, cuenta entre risas.
La pareja, al ya no poder alargar más el pago del alquiler y acumular atrasos, decidieron irse de Punta Carretas a un monoambiente en el Centro de Montevideo. Del mobiliario del apartamento que vendieron no les quedó nada porque decidieron despojarse de todo.
Ahora en el monoambiente viven con poco y nada. Tienen colchones para dormir, una anafe portátil de una sola hornalla, una freidora y una heladera, además de reposeras y una banqueta de patio en el living.
Alejandro recuerda que al principio el golpe fue fuerte, pero ahora lo que los mantiene unidos son “los planes”. “Tenemos planes a futuro, eso nos mantiene unidos y vivos porque si no sería imposible”, agrega y puntualiza que hace unos meses le hubiera sido imposible contar su historia públicamente.
La garantía que no fueLuego del derrumbe de varios “fondos ganaderos”, parte de la trazabilidad del ganado de la que se jacta el Ministerio de Ganadería a través del Sistema Nacional de información Ganadera (SNIG) comenzó a ser cuestionada.
De hecho, Roxana y Alejandro lo puntualizan como un punto de inflexión en su caso, porque durante todo el tiempo en que invirtieron en Larrarte su “garantía” eran las cabezas de ganado que aparecían en la web de Ganadería.
“Pasara lo que pasara, yo pensé que ese ganado era mío y que era mi capital”, sostiene el hombre. De las 98 vacas que parecía tener, solo le quedaron ocho que fueron recuperadas cuando Larrarte entró en concurso de acreedores.
Al ir al Ministerio de Ganadería, le dijeron que el número de caravana de “poco sirve”, dado que lo importante es la marca. Esto es un sello que se les pone a los animales en el cuero, pero la pareja no tenía conocimiento alguno de lo que le estaban diciendo.
“Yo pensé que el ministerio no me iba a mentir. ¿Cómo puede ser que en la página dijera que tuviera 98 vacas y en realidad no tengo casi nada de eso?”, se pregunta Alejandro, y Roxana responde: “Los estafadores se valieron del sistema”.
La realidad de la pareja ahora es la de volver a comenzar con más de 60 años cada uno. Él trabaja medio tiempo como administrativo y ella da clases de informática a adultos mayores en el mismo lugar donde viven, además de que también va a dependencias del Instituto Nacional de Rehabilitación para impartir conocimiento a reclusas.
“Toca volver a empezar, sin ahorros, sin muebles… sin nada”, se lamenta Alejandro.