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Así es vivir una semana sin WhatsApp

¿Cuántas veces te deshiciste de WhatsApp por una semana? Me arriesgaría a decir que nunca. Salvo que haya sido por accidente. ...

Así es vivir una semana sin WhatsApp

¿Cuántas veces te deshiciste de WhatsApp por una semana? Me arriesgaría a decir que nunca. Salvo que haya sido por accidente. ...

¿Cuántas veces te deshiciste de WhatsApp por una semana? Me arriesgaría a decir que nunca. Salvo que haya sido por accidente.

Algo así me pasó en la semana de Carnaval. Me fui de vacaciones con mi esposa y mi hija al Caribe y, después de más de siete horas de vuelo entre Montevideo y Panamá, mi propio despiste —sumado a la ansiedad de aterrizar, los bolsos, la valija y el cochecito— hizo que me olvidara el teléfono en el avión.

Apenas me di cuenta, pedí volver a subir para buscarlo, pero no me lo permitieron. En su lugar, entró una funcionaria que revisó mi asiento, además de los de adelante y atrás. No encontró nada. Me pidió que revisara mis bolsos por si lo tenía ahí. Pero no.

En esta newsletter te quiero contar qué sensaciones tuve luego de perder el celular y lo que hice para recuperarlo.

Nueva pestaña N° 38

Apenas noté que no tenía el celular, le pedí el de mi esposa para rastrearlo con Apple Find. Desde ahí, podés declararlo como perdido y, si alguien lo conecta a internet, aparece un número de contacto para devolverlo. Pero nunca apareció como si estuviera activo.

Como tenía que abordar el siguiente vuelo rumbo a Punta Cana, mi destino final, no pude buscarlo más. En ese momento, me hice a la idea de que ya no lo recuperaría.

Tenía trabajos pendientes y mensajes por responder, pero no podía hacer nada. La única opción fue pedirle a mi esposa que avisara a algunos contactos en común que había perdido el teléfono. Desde su celular tampoco pude acceder a mi correo ni a mis redes sociales. Como tengo doble factor de autenticación, siempre me pedía confirmarlo desde mi dispositivo, así que quedé completamente bloqueado.

Entre la bronca y un poco de angustia —por la información no respaldada, el gasto de reponer el equipo (tenía un iPhone 15 Plus) y la sensación de estar totalmente desconectado— decidí rendirme y concentrarme en disfrutar las vacaciones.

“Tampoco me viene mal desconectarme”, pensé. Al fin y al cabo, mi vida laboral es todo lo contrario.

Las sensaciones de no tener WhatsApp

Si bien no tenía acceso a mis contactos, a veces usaba el celular de mi esposa para mirar redes sociales con su cuenta y enterarme de lo que pasaba. Confieso que no fueron muchas veces. En toda la semana, habré acumulado no más de cuatro horas de pantalla. Entre piscinas y momentos de disfrute, tomé esa decisión.

Lo que sí realmente no tuve fue acceso a WhatsApp. En los ratos muertos, me imaginaba conversaciones: mensajes de personas a las que les debía algún trabajo, el envío de una foto de las vacaciones a mi familia, charlas con amigos sobre cualquier cosa cotidiana, o incluso una llamada a mi madre, en algún momento a solas, para contarle cómo estaba mi hija. Llegué a sentir esa abstinencia tecnológica.

Visto a la distancia, esa necesidad parece más impuesta por los demás que propia. ¿Realmente era imprescindible mandar tantos mensajes, fotos o diálogos, cuando lo único que necesitaba era descansar y desconectarme?

Obvio que sentí ganas de sacar fotos de momentos lindos con mi hija, pero también pensé —y lo mencioné en una nota— que me gustó más la idea de recordar esos instantes que de registrarlos.

Hubo algunos momentos de ansiedad cuando no tenía acceso al celular de mi esposa. Quería tener un teléfono en mis manos. Pero también me repetía a mí mismo: “Obviamente que voy a volver a tener uno”. En definitiva, también lo tomé como vacaciones del celular. Y a priori parecía al costo alto de perderlo.

Estudios que certifican algunas de estas sensaciones

La abstinencia tecnológica ha sido objeto de estudio en la última década. Y me llevó a buscar estos estudios para comprobar si de verdad sentí algunas de estas emociones.

Uno de ellos, realizado por investigadores de la Universidad de Granada, España, liderado por M. Angustias Olivencia Carrión y su equipo, encontró que quienes usan el teléfono más de cuatro horas al día suelen presentar menor estabilidad emocional, bajo autocontrol y mayores niveles de extraversión y ansiedad. En comparación, las personas que usan el móvil menos de una hora diaria mostraron un mayor control sobre sus emociones y menor ansiedad.

Tal vez, el período en el que duró este experimento accidental fue breve por lo que no pude corroborarlo a ciencia cierta. Lo que sí pude detectar es que estaba más atento al entorno, menos distraído. Así también me lo dio a entender mi esposa.

Lo recuperé y una reflexión

En Panamá, durante la escala antes de regresar a Montevideo, pedí que me confirmaran si mi celular había aparecido en algún sector de la aerolínea. Después de varias insistencias y algunos minutos de espera, lo recuperé.

El dispositivo había quedado en el avión y terminó en una oficina de Copa, la aerolínea con la que viajé. Lo llevaron a atención al cliente y pude recuperarlo.

Increíble, pero cierto.

Toda esta experiencia me llevó a reflexionar sobre el papel fundamental que tiene el celular en nuestras vidas. Su impacto en nuestras relaciones es innegable. Sin embargo, por más relevante que sea, no es imprescindible para disfrutar las vacaciones. Siempre lo digo: los programas informáticos, las aplicaciones y los dispositivos están diseñados con un único propósito: retener tu atención el mayor tiempo posible. Cuanto más logres desprenderte de ellos, mejor será para tu bienestar.

Fuente: https://www.elobservador.com.uy/member/asi-es-vivir-una-semana-whatsapp-n5989486

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