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27 de junio: memoria viva, heridas abiertas

Nunca Más

27 de junio: memoria viva, heridas abiertas

Nunca Más

A 52 años del golpe de Estado de 1973, Uruguay vuelve a decir “Nunca más”. Lo hace en las calles, en las redes, en los discursos breves pero cargados de historia. Lo hace con la conciencia de que la democracia no es un bien dado, sino un ejercicio constante de memoria, tensión y vigilancia.

Aquel 27 de junio, el presidente Juan María Bordaberry disolvía el Parlamento con respaldo militar y abría el capítulo más oscuro de la historia reciente: una dictadura cívico-militar que se extendería por doce años, dejando como saldo persecución, censura, desapariciones y exilio. Hoy, medio siglo después, los ecos de esa madrugada todavía resuenan con fuerza, especialmente en un clima regional donde las derechas vuelven a coquetear con discursos autoritarios, negacionistas y de desprecio por los consensos democráticos.

Las imágenes que no se borran

En la madrugada de ese miércoles de invierno, tan helado como sombrío, efectivos militares ingresaban al Palacio Legislativo. La foto, una postal que arde, fue recordada este viernes por la vicepresidenta de la República, Carolina Cosse, quien publicó en la red X: “Nunca más”. Dos palabras que cargan con todo el peso de una memoria herida, pero también con la promesa de una ciudadanía alerta.

El mensaje fue acompañado por una imagen ya icónica: soldados avanzando entre los mármoles del Parlamento, ocupando el espacio que la democracia les había cedido, para luego silenciarlo. No era un golpe más. Era el golpe en el corazón institucional de la República.

Wilson, el último orador

Esa misma noche, mientras las sombras crecían, una voz se alzó con una claridad que el tiempo no ha podido erosionar. Wilson Ferreira Aldunate, líder blanco en la Cámara de Senadores, dejó sentadas palabras que hoy resuenan con una potencia inusitada. “Nuestro pueblo oriental de hoy va a exigir responsabilidad... Si ello llegara a confirmarse, nuestro Partido Nacional se considerará en guerra contra el señor Juan María Bordaberry, enemigo de su pueblo”.

No era solo un discurso político. Era un acto de dignidad. Era la afirmación de que la defensa de la democracia no tenía dueño partidario, y que el gesto más noble de la política podía ser resistir en soledad. El nieto del caudillo, Santiago Gutiérrez Silva, recordó esa intervención como un legado, y como una advertencia: los silencios de hoy son las complicidades de mañana.

La dictadura que se niega a irse del todo

En Uruguay, a diferencia de otras experiencias sudamericanas, la dictadura tuvo rostro cívico tanto como militar. Bordaberry no fue un presidente derrocado, sino un presidente que se entregó al autoritarismo. Esa herida fundacional, esa contradicción entre legalidad y violencia, entre urnas y botas, sigue incomodando a ciertos sectores de la sociedad.

Por eso, la memoria no es un mero ejercicio simbólico. Es una trinchera política. Hoy, cuando vuelven a oírse discursos que relativizan el terrorismo de Estado, que ensalzan “el orden”, que se preguntan si “no fue tan grave”, el 27 de junio se vuelve urgente. Recordar no es mirar al pasado: es preparar la defensa del futuro.

De Marcha a las redes

“Un presidente disuelve el Parlamento. Se censura la prensa, se gobierna por decreto, se persigue, se tortura y desaparecen personas”, escribió en redes Wilson Ferreira Sfeir, otro nieto del líder blanco, junto a la legendaria portada del semanario Marcha del 30 de junio de 1973. “No es dictadura”, decía irónicamente el titular, en alusión al cinismo del régimen naciente. En la imagen, se exhibía el decreto que prohibía informar sin pasar por la censura previa.

La historia no sólo se escribe en libros o en actos. También se sostiene en archivos, en publicaciones, en las voces que no se dejaron acallar. Cada fotografía, cada testimonio, cada consigna es una pieza en la construcción de una conciencia democrática que no puede permitirse amnesias.

¿Por qué importa hoy?

Porque el 27 de junio no es solo una efeméride. Es una alerta. Es la fecha que recuerda que la democracia puede morir en silencio, que los parlamentos se pueden cerrar con decretos, que la libertad puede apagarse con la complicidad de quienes dicen defenderla. No hay garantías. Hay memoria.

Y esa memoria hoy se reaviva en palabras como “Nunca más”. Pero también en acciones, en educación, en justicia pendiente, en verdad aún incompleta. Porque aunque hayan pasado 52 años, la democracia todavía está aprendiendo a defenderse.

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