Columna de Opinión: El valor del silencio, el pensamiento y la reflexión antes de votar
Por Robert Santurio
Este domingo 27 de octubre, los ciudadanos de Uruguay enfrentamos una de las decisiones más importantes de los últimos años. En nuestras manos estará el poder de elegir quiénes gobernarán y conducirán los destinos del país por los próximos cinco años. A medida que se acerca este día decisivo, la vorágine de la campaña electoral va perdiendo intensidad, y es en este preciso momento cuando el silencio, el pensamiento y la reflexión cobran un valor fundamental.
Vivimos en una época donde la sobrecarga de información nos invade desde todos los frentes: las redes sociales, la televisión, los medios escritos. Todos los días recibimos datos, promesas y opiniones de una variedad abrumadora de actores políticos, periodistas y ciudadanos. Este bombardeo constante tiene un efecto curioso: a pesar de tener más información que nunca, es fácil perderse entre las voces, hasta el punto de no poder distinguir cuáles son las ideas que verdaderamente importan para definir el futuro de nuestro país.
Aquí es donde el silencio se convierte en un acto de resistencia. Nos permite desconectar de ese ruido ensordecedor y reencontrarnos con nuestras convicciones más profundas. El silencio no es un vacío, sino un espacio fértil para el pensamiento. Nos da la oportunidad de sopesar lo que hemos escuchado y visto, de evaluar las propuestas que hemos analizado, y de conectar esas ideas con nuestras experiencias personales, nuestras esperanzas y nuestros temores sobre el futuro de Uruguay.
En ese espacio de reflexión, podemos hacernos preguntas fundamentales: ¿Quiénes son los candidatos que realmente están comprometidos con mejorar la vida de todos los uruguayos, y no solo con sus propios intereses? ¿Qué proyectos tienen la capacidad de llevarnos hacia un país más justo, más equitativo y más próspero? ¿Qué valores quiero que guíen a quienes me representan?
Al reflexionar, debemos recordar que estamos eligiendo a quienes tomarán decisiones que afectarán el bienestar de nuestras familias, la economía, la educación y la seguridad. No es una elección más, es una responsabilidad compartida por todos.
La tentación de votar por impulso, por emociones o por lealtades ciegas es grande. Sin embargo, la realidad es que, más allá de nuestras afinidades, lo que está en juego es el futuro de todo un país. Por eso, en estas horas previas a la elección, el mejor consejo que podemos darnos a nosotros mismos es el de tomarnos el tiempo necesario para pensar. Apagar el ruido y permitir que el análisis racional, y no las pasiones del momento, guíen nuestra decisión.
La democracia es una construcción colectiva, y cada voto cuenta. Este domingo, cuando nos encontremos en el cuarto secreto, estaremos solos con nuestra conciencia. En ese instante, el silencio, el pensamiento y la reflexión serán nuestras únicas guías. Asegurémonos de escucharlas atentamente.