El día que nació La Vela Puerca: una piñata con porros, una calle cortada sin permiso y el comienzo de una historia de 30 años con un toque histórico
“Bueno, hola gente, gracias por venir. Felicidades para todos. Para los que no nos conocen somos La Vela Puerca, de acá del barrio muchos, de otros lugares los que migramos. Rafael, guitarra. El Seba, columna vertebral de la banda, en batería. Saxo, El Coli. Nico Lieutier en bajo, Santi en guitarra, y Seba acá en voz y pandereta, y coros. Muchas gracias, vamos a tocar un poco a ver si nos divertimos. Arriba”.
Con esas palabras de Sebastián “Cebolla” Cebreiro empezó la historia de La Vela Puerca. Fue en la puerta de la parrillada y bar El Tigre, sobre el piso hirviente de la calle José Scosería, donde la banda dio su primer paso. Este sábado, un par de kilómetros más al sur, en la Rambla de Punta Carretas, van a festejar que siguen caminando hace 30 años.
La Vela tiene un documento histórico que no todas las bandas deben tener: un registro completo de su primer show. En YouTube se encuentra, publicado por la propia banda, el registro de poco menos de media hora de ese debut callejero que tuvo lugar el 24 de diciembre de 1995.
Embed - La Vela Puerca - Primer show ( Bar El tigre 24-12-95 )La videocámara va y viene entre los por entonces seis integrantes de la banda, que tres décadas después siguen formando parte de su alineación (aunque Sebastián Teysera abandonó poco después el rol de baterista para quedarse solamente con la tarea de vocalista), el público que baila, canta y salta en el asfalto, los parroquianos que miran desde las mesas que están alrededor de la banda mientras toman cerveza, la gente que entra y sale y pasa entre los músicos, que tienen como única escenografía una banderita de Peñarol y un “trapo” con el nombre de la banda.
“Esa bandera, que tiene la frase ‘el sur también insiste’, se pintó en el balcón de la casa de Rafa (Di Bello, guitarrista), a tres cuadras de ahí, donde ahora vive El Mandril (el bajista Nicolás Lieutier). Me acuerdo de verlos a todos tirados en el piso, pintando la nariz del chancho”, recuerda tres décadas después Nicolás de Barbieri, uno de los espectadores de ese primer show de la historia de LVP.
Psicólogo y bajista, De Barbieri bromea que es “el quinto beatle”, por el largo vínculo de amistad que tiene con integrantes del grupo y por haber compartido con algunos de ellos escenarios en la adolescencia. “De hecho, de los primeros temas del Enano, yo canté El bandido salto de mata en un Festival Marista de la Canción. Con Rafa teníamos una banda y lo invitamos a cantar, y siempre ganó todo, desde que empezó, con los temas propios”.
Embed“En uno de esos festivales el sonidista me dice, ‘el que toca la batería tiene una energía impresionante’, y era Seba. Ya llamaba la atención y generaba mucha cosa como de banda. Pero ya después entró a tocar Lucas de Azevedo, que después fue el primer baterista de La Vela y también era muy amigo nuestro”.
De Azevedo y Di Bello terminaron reclutados por el grupo de amigos de la infancia que integraban Teysera, Lieutier, Santiago Butler y “Coli” Quijano, todos mayores en edad. “Me los robaron pero tenían una propuesta mejor que la mía, claramente”, se ríe ahora De Barbieri.
En esa banda juvenil también tocaba Pablo Varesi, otro miembro de la órbita de La Vela desde aquel primer momento. En estas tres décadas, además de haber perdido la cuenta de cuántas veces los vio en vivo, Varesi fue testigo privilegiado de algunos hitos: estuvo en la sala de control mientras grababan su primer disco, Deskarado y aprovechando el viaje de Arquitectura los acompañó en un tramo de una de sus primeras giras europeas; en ese viaje, incluso, terminó quedándose más de lo previsto para ayudar a sus amigos ejerciendo de chofer, una tarea por la que llegaron a remunerarlo. Y ya titulado como arquitecto, fue el responsable de la obra de la sala de ensayo y base de operaciones del grupo, Mi semilla, en el barrio Palermo.
Captura de pantalla 2025-12-12 100929Varesi coincide en que ya desde las primeras veces se notaba que Teysera era (como dijo Sebastián Cebreiro en El Tigre) “la columna vertebral”. Era el que traía en buena medida las referencias musicales, y a lo largo del tiempo, a medida que las fue cambiando, eso también ayudó a que el grupo mutara y creciera.
Pero había también una cuestión grupal que ya estaba presente hace 30 años y siguió impulsándolos. “Ellos siempre tuvieron mucha visión”, explica Varesi. “Desde los 18 o 20 años, desde que empezaron, la banda era su laburo. Había un compromiso completo. Algunos de ellos dejaron de estudiar incluso para dedicarse al proyecto. Siempre fueron muy insistentes, porque creen en lo que hacen. Ir a los lugares aunque dé perdida, hasta que dé ganancia. Fueron los primeros en abrir Argentina, Europa, abrieron puertas para los que vinieron después”.
“Algo estaba pasando”: el primer show de La Vela Puerca desde adentroNicolás de Barbieri advierte: “Cualquier persona que te diga que recuerda mucho te está mintiendo, porque había una borrachera general”. En el video se lo puede ver apoyado contra una ventana del bar, mirando de cerca a sus amigos.
Aunque la memoria pueda fallar después de 30 años, y más si hay componentes etílicos de por medio, hay algunos flashes que están grabados. “Hacía mucho calor, habíamos tomado la calle, estábamos bailando ahí y eso era transgresor. Incomodábamos a la gente que pasaba, a los que querían comer tranquilos un 24 de diciembre. Sonaban a mucho volumen, las guitarras estaban fuertísimas. Cebolla no paraba de saltar, y tenían mucho huevo en cómo tocaban”, rememora.
Captura de pantalla 2025-12-12 100809Patricia Di Bello está doblemente emparentada con La Vela Puerca: es la hermana del guitarrista Rafael Di Bello y la esposa del bajista Nicolás Lieutier. En aquel momento ya era su pareja, y recuerda que la idea de aquel primer toque “era hacer algo diferente". "Era un gran juego. Un grupo de amigos con ideas y con fuerza para llevarlas adelante, fuera un toque, un asado, un ensayo. Nos movíamos”.
“Creo que esto fue un poco de juego también. Pero fue un desafío y también estuvo todo muy planificado y ordenado. Había una lista de temas, se había pensado en la decoración, había sonido”, agrega Di Bello. “Pero éramos todos unos niños, lo pienso ahora cuando veo el video, que no dimensionábamos que podía llegar a ser algo serio, algo grande, un medio de vida”.
La elección de la parrillada El Tigre no fue casual. Era un lugar que algunos miembros del por entonces sexteto frecuentaban. “Ellos curtían el bar, sobre todo ese grupo que era mayor que nosotros”, explica Varesi. “La previa de los festivales maristas la hacían ahí, El Mandril vivía a media cuadra, El Enano no tan cerca pero iba bastante”.
Patricia Di Bello apunta que era un punto donde los integrantes de LVP iban a tomar algo o comer, pero también era un lugar de referencia en el barrio, un sitio donde, por ejemplo, podías dejar unas llaves para que alguien las pasara a buscar. “Ellos se coparon con la idea del toque, que no era algo común en ese momento”.
Otro de los testigos de aquella primera vez, Mauricio Tedeschi, acota que el bar “no era una base” para el grupo, un rol que recaía sobre la casa de Lieutier, “que era como un club”. “Pero El Tigre era un lugar que curtíamos, y ellos se ofrecieron, ponían la bebida, la instalación eléctrica, las mesas”, agrega.
Tedeschi tuvo una participación clave ese 24 de diciembre: es el responsable del registro audiovisual. “Tenía una camarita de esas que entran en la mano, con mini casete, me encantaba filmar”, recuerda. “Vivía a tres cuadras del Tigre, y fuimos con mi novia, que ahora es mi esposa, ya empezamos a filmar en el camino”.
“Alguien después la agarró y empezó a pasar de mano en mano, porque yo también aparezco en el video, así que no me acuerdo cuándo pero en algún momento empezó a circular”, cuenta.
El show fue sobre las tres de la tarde, y varios de los espectadores venían de una juerga en el Mercado del Puerto. “La gente estaba muy puesta”, rememora Varesi.
En un árbol la banda colgó una piñata gigante de forma esférica, una idea que “Coli” Quijano trajo de México donde vivió algunos años. En el video del show se puede ver en los primeros momentos de la grabación, aunque lamentablemente no se llega a ver el momento en el que la piñata es reventada.
Las memorias rescatan que la banda puso porros y otras “sorpresitas” adentro de la piñata, algo que repitieron en sus shows posteriores de aquella etapa temprana, marcados por una impronta teatral y circense.
Captura de pantalla 2025-12-12 101113Tedeschi fue uno de los encargados de pintarla, igual que la bandera que decoraba las ventanas del bar. “Nos juntábamos a pintar antes de los toques, banderas, remeras, hicimos alguna vez unas lonas grandes para el Teatro de Verano, y para toques en Atlántida y Solymar. Era muy divertido y era también la forma de acompañar a la banda. Después hice ilustraciones y la tapa de Deskarado, el primer disco”, cuenta.
“En esos primeros eventos cada amigo tomó un rol, algo para hacer y participar”, explica Di Bello. “Nosotros estábamos en primera línea saltando, bailando, intentando contagiar esa alegría”.
“Tuvo algo muy inocente, muy germinal. Pero era totalmente casero”, detalla Varesi. “Fue algo muy sorpresivo además, porque era para nosotros algo de ir a ver a unos amigos que tocaban. Todos los que estábamos ahí éramos amigos, no era ‘vamos a ver a La Vela’, porque no existía. Ya conocíamos los temas de antes, pero todo se gestó ahí. Ya al año siguiente el plan si era ‘vamos a ver a La Vela’”.
Más allá de lo rudimentario del toque, de lo intempestivo (la circulación se cortó sin permiso) y de que el audio estaba lejos de ser el ideal (dada, por ejemplo, la ausencia de un sonidista), lo que De Barbieri recuerda es el espíritu de la banda. “Había mucha rebeldía, se notaba que algo estaba pasando. Había ganas de hacer cosas distintas y, dentro de lo espantoso que sonaba todo, había mucha energía”.
Esa rebeldía y espíritu punk —heredado, por ejemplo, de la visita de la banda francesa Mano Negra a Montevideo en 1992, un show seminal para la formación de bandas como Abuela Coca y La Vela— se prolongaba también a la capacidad de fusionar influencias y versiones que en un principio parecían dispares (de bandas como Rancid, Titãs, Extremoduro, La polla records y Sumo) para generar luego un estilo propio.
“Veníamos de una época posdictadura donde el rock acá era todo ropa negra, todo oscuro, ‘está todo mal’. Y ellos tenían esa cosa contestataria pero con una filosofía musical más alegre, más festiva, que no era normal en ese momento, aunque ya estaban los Fabulosos Cadillacs, o Mano Negra. Fueron unos de los que rompieron con eso”, comenta Varesi.
Tener fe y no tener religión lvp prensa 1El show del Tigre fue fundamental, además, porque esa tarde Sebastián Teysera grabó en un casete un par de temas y los presentó a un concurso organizado por el empresario musical Alfonso Carbone. Ganaron, y de premio pudieron grabar su disco debut, que salió en 1998.
Durante años, La Vela Puerca tuvo como costumbre anual festejar su aniversario con un show el 24 de diciembre. Al año siguiente del debut, en 1996, volvieron a El Tigre, pero ya con un esquema más sólido y no tan improvisado: cortaron la calle del todo y tenían un escenario.
Ya para 1997, el crecimiento del grupo los obligó a moverse al escenario del club Defensor Sporting.
Apenas dos años después del debut en El tigre, De Barbieri fue a verlos a ese escenario y se dio cuenta de que ya habían subido de nivel. “Me impresionó, ahí ya dije ‘pucha, esto ya tomó otro lugar’. Para mí es alucinante. Contrario a lo que creemos, de que acá nunca pasa nada, y esa cosa uruguaya de ‘qué van a ser buenos estos si yo los conozco’, ellos son buenos en serio”, comentó.
Aquellos shows de Nochebuena, que además eran gratis, pasaron después al Teatro de Verano hasta que decidieron interrumpirlos luego de un incidente en el que cayó una torre de iluminación durante el espectáculo.
Para los amigos de la banda, hay una justificación clara para la permanencia del proyecto durante 30 años, y para la presencia inamovible de los integrantes fundadores a lo largo de este tiempo.
“El Enano en El profeta dice ‘tener fe y no tener religión’. Ellos siempre tuvieron fe en lo que hacían, y eso genera comunidad. Y es muy difícil de desarmar una comunidad. Se pueden ir una o dos personas, pero no la desarmás. Hay un sentido de pertenencia, de familia, que además se apoya en vínculos reales, de conocerse de la infancia, lazos que trascienden, que estaban antes de lo musical, antes de La Vela, y que pienso que van a seguir si un día el grupo se termina. Son lazos irrompibles. Yo los he visto putearse, pasar momentos incómodos, dieciséis personas durmiendo un piso, pero siempre juntos”, dice De Barbieri, y el psicólogo asoma detrás del amigo.
Embed“Convicción es una palabra que define a La Vela”, agrega. “De que la amistad importa, de que la familia importa, de que pelear por lo que uno sueña importa, y eso los ha mantenido unidos”.
Comentarios
Deja tu comentario