Cuando el salario se defiende con el cuerpo: la huelga de hambre que marcó a los municipales de Rocha
Se recuerdan 10 años de la histórica huelga de hambre de 2015, la lucha de los trabajadores municipales de Rocha vuelve a ocupar el centro de la escena. Aquella medida extrema fue protagonizada por tres funcionarios: Andrés De Los Santos, entonces presidente de ADEOM, Héctor Pereyra Chury y Julio “Lobo” Fernández, en reclamo de mejoras salariales y condiciones laborales dignas.
La huelga comenzó el 15 de diciembre de 2015, tras el agotamiento de todas las instancias de negociación. No fue solo un reclamo por salario: fue un grito desesperado frente al desgaste y la precarización que atravesaban las familias municipales.
Hoy, en un nuevo escenario de negociación colectiva, aquel episodio se resignifica como un punto de inflexión. El impacto de aquella lucha sigue presente.
La historia recuerda que los derechos laborales no se conceden: se defienden. Y en Rocha, esa defensa quedó marcada, para siempre, en el cuerpo de sus trabajadores.
Símbolo de resistencia en tiempos de negociación salarial.
El 15 de diciembre de 2015 quedó grabado en la memoria colectiva de Rocha como uno de los momentos más crudos y determinantes de su historia laboral. Ese día, tres funcionarios municipales iniciaron una huelga de hambre en reclamo de mejoras salariales y condiciones dignas. No fue una protesta más: fue un gesto límite, un acto de exposición física y política ante la falta de respuestas.
Los protagonistas fueron Andrés De Los Santos, entonces presidente de ADEOM Rocha, Héctor Pereyra Chury y Julio “Lobo” Fernández. Tres trabajadores que decidieron poner el cuerpo cuando las instancias formales de negociación se agotaban y el salario municipal se erosionaba frente al avance del tiempo y la indiferencia institucional.
Un gesto extremo frente al silencio
Pasadas las 9.30 de la mañana, la decisión estaba tomada. La huelga de hambre no buscaba únicamente un incremento salarial. Era, sobre todo, un intento desesperado por visibilizar el desgaste, la precarización y la angustia que atravesaban muchas familias municipales.
Mientras la clase política observaba con distancia, la comunidad comenzó a acompañar. El conflicto dejó de ser sectorial y se transformó en un espejo incómodo para el poder: cuando el diálogo fracasa, el conflicto escala.
El impacto de una lucha que dejó huella
Hoy 10 años después, aquella medida extrema sigue siendo evocada dentro y fuera del ámbito sindical como un punto de inflexión. Héctor Pereyra Chury, hoy alejado de la actividad sindical, ha señalado en más de una oportunidad el valor histórico de aquella decisión.
“La historia nos dio la razón. Sin esa etapa de la negociación colectiva, hubiéramos perdido salario en este quinquenio”, reflexionó, en referencia al impacto que tuvo esa lucha en la defensa del poder adquisitivo de los trabajadores.
Más allá de los roles actuales, el episodio permanece como una marca indeleble de una etapa donde la negociación se sostuvo con sacrificio personal y convicción colectiva.
Cicatrices y enseñanzas
La huelga de hambre dejó consecuencias físicas y emocionales en quienes la protagonizaron, pero también enseñanzas profundas. Demostró que la unidad puede torcer escenarios adversos y que los derechos laborales no siempre se preservan desde la comodidad de un escritorio.
Hoy, cuando los trabajadores municipales vuelven a enfrentar negociaciones salariales complejas, aquel episodio resurge como recordatorio: las conquistas no fueron gratuitas ni espontáneas. Fueron producto de luchas concretas, tensas y, en algunos casos, extremas.
Un legado que interpela al presente
La huelga de hambre de 2015 no fue solo un grito de desesperación. Fue también el inicio de una transformación en la relación entre los trabajadores municipales y el poder político en Rocha. Un mensaje claro: cuando no queda margen, el conflicto se encarna.
A una década, el recuerdo no busca nostalgia ni épica vacía. Busca advertir que detrás de cada negociación salarial hay historias, cuerpos y familias. Y que los derechos conquistados, si no se defienden, siempre están en riesgo.
Porque en Rocha —como en tantos otros rincones— la historia laboral enseña que el salario no solo se discute: a veces, se resiste.
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