Cuando el rock vuelve a la calle
Hay algo profundamente honesto en las bandas emergentes y en el circuito underground urbano. No buscan permiso, no esperan aplausos fáciles ni presupuestos millonarios. Tocan porque necesitan tocar. Porque ahí, en el escenario chico o improvisado, todavía pasa algo verdadero.
Eventos como el Rock al Palo Fest II no son solo recitales. Son espacios de resistencia cultural. En tiempos donde la industria musical tiende a homogeneizar sonidos y estéticas, estas bandas sostienen una identidad cruda, imperfecta y real. Rock que no se maquilla. Rock que habla desde el barrio, desde el ensayo en un garaje, desde la autogestión.
Que La Paloma abra su escenario público a estas expresiones no es un dato menor. Es una señal. Significa entender que la cultura no debe ser solo espectáculo, sino también oportunidad. Que el talento no siempre nace en los grandes sellos, sino en la persistencia de quienes siguen tocando aunque no haya garantías.
El rock underground no compite con nadie. Convive, incomoda, propone. Y cuando se le da lugar, responde con identidad, comunidad y sentido de pertenencia. Por eso estos festivales importan: porque democratizan el acceso, porque acercan públicos y porque recuerdan que la música sigue siendo, antes que nada, un acto colectivo.
Quizás dentro de algunos años, algunos de estos nombres estén en escenarios mayores. O quizás no. Pero eso es lo de menos. Lo importante es que hoy tienen voz, escenario y público. Y eso, en sí mismo, ya es una victoria cultural.
Foto/Turismo Rocha
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