“Como se nota que la salud de nuestros hijos no les importa”: el grito de Los Arroyitos que las autoridades no escuchan
En el corazón rural de Rocha, donde los caminos de tierra se confunden con la paciencia de sus habitantes, la Escuela Nº 81 de Los Arroyitos sigue esperando algo tan elemental como el agua.
No se trata de una metáfora. Es literal.
Desde hace más de cuatro años, los niños, maestras y familias del pequeño poblado enfrentan la falta de agua potable. La comunidad ha alzado su voz una y otra vez. Pero la respuesta institucional parece haberse diluido entre expedientes, gestiones y promesas que nunca llegan.
Promesas en el aire, pozos sin agua
En agosto, el diputado Gabriel Tinaglini declaró a Rochaaldia.com que el tema estaba en marcha:
“Estamos en contacto con Codicen. Ya se generó la habilitación para una perforación y se hará el seguimiento desde la diputación.”
La perforación se concretó. El agua brotó. Pero el problema sigue sin resolverse: no hay conexión, ni análisis, ni distribución.
Gimena, madre de una alumno lo explica con desesperación contenida:
“Hace mes y medio se hizo la perforación y la arquitecta de Primaria ya dio el aval para conectar el agua, pero no pasa nada. Están tramitando con ANEP y la Intendencia, y seguimos igual.
¿Cuánto más hay que esperar? Como se nota que la salud de nuestros hijos no les importa.”
El testimonio que duele: agua dulce que no se puede usar
A la impotencia se suma la incertidumbre. La madre de uno de los alumnos describe con claridad el sinsentido que vive la comunidad:
“Un agua dulce, muy linda, cristalina tiene, corriente permanentemente.
Pero ni el análisis correspondiente han hecho. Dijeron que lo harían y ni siquiera eso.
Nos preocupa el clima, porque al parecer vienen secas, y seguimos con esa preocupación de no tener agua en la escuela.
La Junta de San Luis nos sigue trayendo agua, pero es un agua más bien para la limpieza, no para la higiene de los niños.”
Sus palabras resumen la paradoja: el agua existe, pero no puede ser utilizada porque ninguna autoridad ha completado los estudios ni la conexión definitiva. Mientras tanto, los niños se lavan las manos con agua no apta para el consumo y aprenden entre bidones y tanques prestados.
El agua, un derecho que no llega
En agosto, la Junta Local de San Luis al Medio había intervenido de emergencia: reparó el aljibe, colocó tanques provisorios y prometió un seguimiento permanente. Aquella medida trajo alivio momentáneo, pero no solución.
Hoy, a poco más de un mes para el cierre del ciclo lectivo, la Escuela Nº 81 continúa dependiendo de medidas paliativas, mientras las autoridades de ANEP, la Intendencia de Rocha y los representantes parlamentarios del departamento —que prometieron acompañar de cerca el tema— guardan un silencio que pesa tanto como la sed de respuestas.
Un espejo de la inequidad
Lo que ocurre en Los Arroyitos no es un hecho aislado. Es el retrato de una deuda estructural con las escuelas rurales: centros que sostienen el derecho a la educación con recursos mínimos y la voluntad infinita de sus comunidades.
La falta de agua no solo pone en riesgo la salud de los niños: vulnera su derecho a aprender en condiciones dignas. Cada día sin agua es una lección amarga sobre la distancia entre el discurso político y la realidad.
Un llamado urgente
Este medio —como lo ha hecho durante años— vuelve a poner el tema sobre la mesa. Porque informar también es exigir.
Y porque cuando un niño rural debe llevar su propia botella para poder estudiar, no estamos ante una falla técnica: estamos ante un fracaso del Estado.
El reclamo de Los Arroyitos no pide privilegios. Pide justicia. Pide que los compromisos asumidos por ANEP, la Intendencia y los legisladores de Rocha se traduzcan en hechos.
El agua ya está perforada, lista para llegar. Solo falta la decisión de abrir la válvula correcta: la de la voluntad política.
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