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Tres banderas —el pabellón nacional, la de Artigas, la de los Treinta y Tres—, el escudo, el himno y la siempre olvidada escarapela. Las leyes, la tradición y el imaginario colectivo dicen que en esos seis símbolos patrios está resumida la República Oriental del Uruguay, que por estos días empieza los festejos de su Bicentenario.

En esos seis símbolos hay una historia común, un conjunto de valores, ideales y una identidad compartida. Son, o deberían ser, la representación de lo que somos como país. O de lo que deberíamos ser. O de lo que hace 200 años se pensaba que había que ser.

El profesor de Historia y Director nacional de Educación, Gabriel Quirici, lo define así: "Dicen cómo se trató de pensar una nación en construcción. Hay un componente de república ganadera en la costa atlántica. Hay ideales que trascienden ya dos siglos".

"Cumplen un rol de ubicar la pertenencia afectiva cuando tratamos de encontrarnos en el mundo", agregó. "Es un punto de identidad. Como cuando aparecen nuestros símbolos a nivel internacional y nos sentimos parte del mundo. Además de un elemento de recuerdo y nostalgia".

Los símbolos patrios uruguayos hunden sus raíces en los orígenes del territorio como nación independiente, y por lo tanto, por más que hoy sigan teniendo vigencia y sigan siendo elementos bajo los que los residentes de este territorio todavía se abrazan, también muestran algunos signos de la edad que son más notorios con el paso de los dos siglos de existencia de este estado.

Todos los países tienen contradicciones. Uruguay no es la excepción y sus símbolos patrios lo reflejan: la bandera es, a propósito, diferente a la de Artigas porque los responsables de la independencia no querían saber nada con el caudillo. Es más, el himno guarda en su letra una crítica al hoy intocable prócer, aunque no se canta.

Los símbolos patrios son un signo de su época, y su rol en la sociedad también ha cambiado para reflejar distintos momentos históricos. Y han sido también elementos clave en la consolidación de una identidad para un país que no era ni lo que su héroe nacional ni los responsables de la declaración de su independencia querían originalmente, y que durante su primer siglo de vida estuvo marcado por los enfrentamientos internos.

Breve historia de tres banderas -ine4055-1-jpg..webp Foto de archivo. La bandera de UruguayInés Guimaraens

El primer símbolo nacional en ser creado, y el que la ley marca como el de mayor importancia, es el pabellón nacional. Una bandera que, salvo algunos retoques estéticos menores, sigue siendo la misma que flameó como tal en este territorio cuando se independizó formalmente, pero que no fue la primera en representar a las tierras al oriente del río Uruguay.

El historiador Leonardo Borges explica que la primera bandera defendida en el marco de lo que hoy percibimos como revolución oriental fue blanca. Y no cualquier bandera blanca, sino la de los Borbones, la casa real española. Artigas peleó bajo esa bandera la Batalla de las Piedras, porque en aquel momento todos apoyaban al rey Fernando VII como regente legítimo de estas tierras por encima de la proclamación de José Bonaparte por parte de su hermano Napoleón, pero “con diferentes formas de encarar el poder”, explicó el historiador.

En 1813 Artigas estrena su bandera, con los colores blanco, azul y rojo, inspirados por la Revolución Francesa.

“Esos son los colores que van a diferenciar la revolución vista desde la perspectiva federal del artiguismo con el resto de las provincias, particularmente con Buenos Aires”, explica Borges. Esa herencia perduró, por ejemplo, en la actual bandera de la provincia argentina de Entre Ríos, idéntica a la artiguista pero con un azul más claro, y los colores que todavía usa la de Santa Fe, cuya primera bandera tiene una reconocible diagonal roja sobre franjas blancas y celestes verticales.

Soriano tendrá su feriado el 28 de febrero. - banderas uruguayas - Bandera - acto patrio - Feriados El actual gobierno busca eliminar el corrimiento de los feriados laborables

Luego vino la más distinta, la de la Provincia Cisplatina, nombre que este territorio adoptó en 1821 cuando votó para unirse al imperio de Portugal, Brasil y Algarve. Una bandera verde y blanca con una cruz en el centro.

Cuatro años después, en 1825, se da la Declaratoria de independencia, que contiene la ley de pabellón. La ley dice que hasta que no se concrete la incorporación de la Provincia Oriental a las Provincias Unidas, la bandera que señalará a estas tierras será una adaptación de la de los Treinta y Tres Orientales, sin el “libertad o muerte”, una bandera que Borges señala que “tiene que ver con el pasado artiguista”.

El conflicto que sigue a esa declaratoria desemboca —con la intermediación del Reino Unido— en la creación de un estado independiente, que en 1828 define su pabellón “blanco con nueve listas de color azul celeste, horizontales y alternadas, dejando en el ángulo superior del lado del asta, un cuadro blanco en el cual se colocará el sol”.

Si se supone que los símbolos patrios definen a un país, poco más descriptivo de los uruguayos que la definición a último momento de cambiar la bandera elegida. El 12 de julio de 1830, apenas una semana antes de la Jura de la Constitución que pondría oficialmente en marcha al país independiente, se decidió que las franjas pasarían a ser azules y no celestes, y solamente cuatro, para dejar un total de 9 que representaban a la cantidad de departamentos de aquel momento.

“Es una bandera muy particular porque no tiene nada que ver con el artiguismo, es una ruptura”, detalló Borges. Eso tiene que ver con que los responsables criollos de la independencia, en su mayoría terratenientes y “bachilleres” montevideanos eran antiartiguistas. Un pabellón con influencia de la bandera argentina, con el sol de mayo, luego reemplazado por otro, un símbolo relacionado con la masonería, y que busca reflejar que este país no era ni de cerca heredero de aquel sueño federal de Artigas, una figura que también se buscó borrar o desplazar con otros de los símbolos patrios.

De “bárbaro” a padre de la patria artigas.jpeg

En el momento en el que los países latinoamericanos comienzan a independizarse, el movimiento artístico imperante en Europa, que seguía siendo la referencia para las elites locales, era el Romanticismo. Intenso, sentimental, pasional, inspirado por elementos de la Edad media, su huella se percibe en varios de los símbolos patrios creados en ese momento, como el Himno uruguayo y el escudo, que tiene arraigo en la heráldica europea.

El escudo, creado en 1829 y “pacificado” en 1906 cuando se le sacaron los armamentos y trofeos militares que lo rodeaban, también rompe con esa inspiración europea con la herencia artiguista. Porque Artigas tenía un escudo, en el que aparecían una diadema indígena, un arco y flechas, lanzas y hasta una rama de pitanga, junto a otros símbolos militares “occidentales”.

Escudo_de_artigas

El romanticismo también está presente en el Himno, sobre todo en su letra grandilocuente, con tono de arenga nacionalista y donde se marca que la libertad y el respeto a las leyes deben ser defendidas con la vida. La patria o la tumba.

Firmada por Francisco Acuña de Figueroa, la letra tuvo dos versiones oficiales, una de 1833 y otra de 1845, cambiada a pedido del autor, y en la que sacó algunos golpes que tiraba contra España y Brasil, pero agregó un cuestionamiento a Artigas.

El texto completo es bastante más extenso que el coro y el verso que se cantan habitualmente en los actos patrios: hay diez estrofas más que son parte de la letra oficial.

Uno de ellos dice:

Si a los pueblos un bárbaro agita,Removiendo su extinto furor,Fratricida discordia evitemos,¡Diez mil tumbas recuerdan su horror!Tempestades el Cielo fulmina,maldiciones desciendan sobre él,Y los libres adoren triunfantede las leyes el rico joyel.

Aunque no lo nombra directamente, se reconoce que ese verso está dedicado a Artigas y refleja la visión que imperó hasta fines del siglo XIX, cuando la necesidad de un héroe nacional que no fuera ni blanco ni colorado llevó a un revisionismo que lo puso en el lugar de prócer, quizás más unánime e intocable que los propios símbolos patrios en el Uruguay moderno.

Eso no quita la ironía de cantar ese himno los 19 de junio, cuando se celebra su nacimiento, en una suerte de Navidad patria donde además se jura la bandera de un país que Artigas no deseaba.

¿Orientales o uruguayos?

Los ciudadanos de la República Oriental del Uruguay tenemos una especie de doble identidad. Formalmente, según los documentos gubernamentales, somos orientales, como nos llama nuestro himno y como históricamente se conocieron los pobladores de esta provincia devenida en nación. Pero en el día a día, y sobre todo en la etapa más reciente de nuestra historia, nos reconocemos y nos denominamos como uruguayos.

“Lo uruguayo como identidad nace mucho después, primero fuimos blancos o colorados y después, mucho después, fuimos uruguayos”, resume Leonardo Borges. “La orientalidad es una parte de esa identidad, están las migraciones, hay un montón de cosas que suceden en el medio para que los uruguayos nos sintamos verdaderamente uruguayos. Y los símbolos patrios ayudaron a la cohesión, a potenciar esa idea de ser uruguayos, que se termina de gestar con el batllismo, y tiene como punto cúlmine ganarle a Argentina en el Estadio Centenario en 1930 la final del Mundial”.

Y agregó: “Ahí surge el Uruguay como tal, y ahí los símbolos fueron importantes para generar identidad, porque necesitas tener una marca. Entonces, la necesidad de los símbolos patrios todavía sigue vigente, pero tal vez se necesita alguna actualización en algunas cosas, como hacen los gobiernos o como hacen las empresas, aggiornar la marca. Capaz que es el momento.”

Gabriel Quirici se animó incluso a proponer algunos de esos cambios. "Los símbolos responden a una etapa histórica, pero deberían ir incorporándose en la evolución de lo social, cultural y demográfico elementos que no estuvieron, como el escudo era un escudo de armas y después se convierte en símbolo civil. Quizás debería revisarse si hay elementos que tienen que ver con la cultura que podrían agregarse, como el mate, el tamboril, la conexión con la costa. Tendríamos que ampliar sin romper con las tradiciones".

*Esta nota es el comienzo de un ciclo sobre los símbolos patrios uruguayos, con motivo de la conmemoración del Bicentenario. La publicación será semanal, cada lunes. Y habrá una, incluso, sobre la escarapela.